«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Buenismo, cieguismo, loquismo

26 de junio de 2017

De la misma forma que el buenismo es una degeneración de la gran virtud de la bondad,  por torpeza o ingenuidad demagógicamente manipuladas en un contexto de exaltación sentimentaloide y en menoscabo de la razón; el cieguismo es la adopción motu proprio, por cobardía o insensatez, del grave defecto involuntario de la ceguera para no ver o no arriesgarse a enfrentar lo que a todas luces está pasando; y el loquismo es la inoculación deliberada y generalizada (a otros, rara vez a uno mismo) de una pandemia mental mucho más peligrosa que aquellas inocentes locuras sobre las que ironizaba Erasmo

Si el buenismo era un preocupante indicio de decadencia, el cieguismo nos sume en la obscuridad y la desorientación y el loquismo nos lleva directos al abismo y al suicidio como civilización. 

A diferencia de la triada dialéctica hegeliana que llevaba a la manifestación ideal del Espíritu Absoluto, en contraste con la optimista evolución teilhardiana hacia el punto crístico Omega, en contraposición con otras fantasiosas especulaciones gnósticas del descubrimiento de nuestra supuesta divinidad inmanente, esta troika infernal  solo puede conducirnos, si Dios Padre no lo remedia, a nuestra extinción o, si hay supervivientes, a una verdadera y larguísima Edad Obscura. 

Nos enfrentamos a tres nuevas dolencias que encuentran terreno abonado para propagarse entre personas que, por una sobredosis de ideología, han apostatado de sus creencias, cultura y raíces más profundas  y de la fe de sus mayores, o que, por las razones que sean, tienen odio de sí, de su raza y de su historia. 

Tres enfermedades curiosamente concomitantes con una desbocada ingeniería social que en poco más de una diminuta y alocada generación nos está  llevando como borregos al matadero. 

Buenismo y cieguismo fueron tolerar y loquismo ha sido votar y desear llegar al control de la natalidad hasta descender por debajo de la tasa de reposición y llevarnos así a la renuncia a nuestra pensión, estado del bienestar y estirpe; a la exaltación de la violencia y la divinización del instinto sexual mas primario, al genocidio del aborto; a  la glorificación del supermercado espiritual light new age y  de la pura superstición sobre la operativa y ferviente religiosidad profunda; a  la práctica desaparición del compromiso nupcial y familiar y al divorcio exprés; a una masiva  inmigración de sustitución espléndidamente financiada que ha durado más allá de lo razonable al prolongarse en tiempos de paro; al delirio de una longevidad solitaria y de una ilusa inmortalidad posthumana y estéril, a un abandono total de nuestra escasa juventud, mal pagada, desempleada y empujada a la emigración, al panegírico y promoción de la homosexualidad, a la imposición escolar de la ideología de genero y en suma a una perversión de menores que, de todas nuestras lacras, fue aquella que mas irritó al Maestro Jesucristo; a una cada vez más patente ausencia de democracia con leyes impuestas a la mayoría por una partitocracia dominada por minorías corruptas y la imposición de la censura liberticida de “lo políticamente correcto”; a una blandenguería que deja estupefacto al mundo ante la violencia salvaje de los alóctonos inasimilables y a una inacción culpable de políticos cada vez más mudos e irresponsables, si no cómplices a lo witizano, ante la evidente  amenaza de una sustitución de poblaciones. 

Quizás los nuevos invasores no vengan al galope como Tarik sino en modestas pateras, pero no tardarán más de dos generaciones en imponerse a degüello debido a la abismal diferencia en fertilidad entre unos inmigrantes que nos desprecian y no se integran y los locales que se auto menosprecian  y se desintegran.  El nuevo lema de estas “élites” traidoras es: si no te gusta o no te responde tu pueblo, cámbialo por otro. 

Y muy pronto, esas minorías gobernantes seguirán, no nos engañemos, con otros puntos de su agenda como la generalización de la eutanasia directa, presentada en un principio como voluntaria y más tarde como forzosa para los «sobrantes». Y después, posiblemente se legalizarán el incesto, la pederastia y quien sabe qué barbaridades (stricto sensu) más. 

Esta claro que a Alguien no le gustan los hombres y sus comparsas desean hacerlos desaparecer como sea y cuanto antes. Pero tampoco quedarán indemnes, que no se hagan ilusiones,  quienes le sirven. 

Se trata de tres plagas ¿o debemos llamarles los tres nuevos jinetes del Apocalipsis que acompañarán a la Parca? Diseminadas arteramente por pequeños grupos y sectas interesados en la confusión y en un sincretismo y un mestizaje maleables que renuncien a todo sentimiento fuerte de identidad colectiva religiosa,  nacional , cultural o étnica. Son poderes en la sombra que, en definitiva, desean la aniquilación de la Cristiandad y del genio europeo. Su fin último; un espejismo global de mundo unido y en paz que esconderá un mercado y una dictadura únicos en manos de poquísimos. 

Tres delirios que, de seguir extendiéndose cómo ahora, hasta embotar a la mayoría de nuestra población autóctona,  corren grave riesgo de llevarnos, hic et nunc, a que los europeos seamos barridos de la historia y exterminados físicamente en conflictos, pronto guerras civiles, suscitados por aquellos. O invadidos/sumergidos demográficamente por otros pueblos con culturas más primitivas, violentas y pujantes manejados por fuerzas obscuras que tienen poco de BUENAS, mucho de CIEGAS y están completamente LOCAS. 

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