Mariano Rajoy es un hombre sabio. Dicen quienes le conocen que maneja como nadie los tiempos políticos. Sus detractores, sin embargo, aseguran que su manera de solucionar los problemas es darles de lado, simplemente, hasta que se pudren por sí mismos.
En este momento, tiene a todo el Partido Popular esperando a que se decida a abrir el melón de las europeas y designe candidato. El tiempo corre y, a estas alturas, aún no se sabe quién encabezará la lista. Desde el Partido Socialista aprovechan tal circunstancia para asegurar que Rajoy no tiene a quién presentar y que, sufre tal deterioro su gobierno, que no sabe cuál es la mejor opción que presentar a los votantes.
Algunos analistas defienden que esta demora perjudica al PP, que mientras el PSOE tiene ya a su candidata, Elena Valenciano, haciendo campaña, los populares no pueden todavía poner en marcha su maquinaria publicitaria, perdiendo un tiempo muy valioso para trasladar a los ciudadanos su propuesta electoral.
Sin embargo, Rajoy, que no suele dar puntada sin hilo, sabe que mantener la incógnita acerca de su candidato le ofrece a su partido una ventaja que otros no saben ver. Ante la carencia de oponente, Elena Valenciano se ve obligada a criticar al gobierno en términos genéricos, pero no puede centrar sus ataques en un adversario en concreto que, por tanto, no sufre el deterioro propio de tales acometidas.
La política no es una ciencia exacta. Se rige por los principios de prueba-error sin mayores garantías que la propia percepción que tienen sus estrategas acerca de la efectividad de sus tácticas. Solo el resultado que se obtenga en las urnas nos demostrará cuál de los contendientes estaba en lo cierto a la hora de planificar sus movimientos.
A falta de un mes y medio para los comicios, lo único que parece seguro es que estas elecciones serán el banco de pruebas para determinar cuál es el grado de desgaste del gobierno. Las europeas, poco valoradas por los votantes como herramienta para gestionar el poder político nacional, suelen ser las elecciones elegidas para ejercer el llamado “voto de castigo”. Aquellos que apoyaron al PP en las legislativas y ahora se sienten defraudados con la acción de gobierno, saben que cuentan con otras opciones para mostrar ese descontento, sin necesidad de entregar su voto a partidos de izquierda.
Y esa es la circunstancia que quieren aprovechar las candidaturas de Movimiento Ciudadano, que presenta a Javier Nart y Juan Carlos Girauta; de Vox, con Alejo Vidal-Quadras; o de Impulso Social, con Rafael López-Diéguez como cabeza de lista. Los partidos minoritarios juegan en esta ocasión un papel con mayor presencia de la que les había permitido hasta ahora la hegemonía del bipartidismo.
Las elecciones europeas de este año se presentan más apasionantes que nunca. Servirán para comprobar si realmente estas otras formaciones cuentan con la solidez necesaria como para recabar el apoyo de los votantes, y permitirán también al Partido Popular comprobar el grado de aceptación real que ha tenido su manera de gobernar. Y, si los resultados son desfavorables para el PP, Mariano Rajoy contará con elementos de análisis que le permitan planificar el tramo final de su legislatura para recuperar la confianza de cara a las citas con las urnas del próximo año, las municipales y autonómicas y, sobre todo, las generales. A fin de cuentas, es un hombre sabio. Y de sabios es rectificar.