«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cañones y mantequilla

24 de febrero de 2017

Europa ha encontrado en la Administración Trump varios desafíos y sorpresas, pero en la necesidad de contribuir más a sus gastos de defensa no puede alegar ni sorpresa ni casi oposición, como se ha comprobado en la conferencia sobre seguridad de Munich esta semana pasada.

Como han recordado el general James Mattis, nuevo secretario de Defensa, y el propio Vicepresidente Pence varias Administraciones norteamericanas, republicanas y demócratas llevan años insistiendo en que los europeos inviertan anualmente un 2% de su PIB en defensa.

Sólo tres países europeos, Letonia, Polonia y Grecia, cumplen con ese compromiso. En 2014 los miembros de la OTAN acordaron hacer ese esfuerzo en 10 años, aunque poco ha cambiado desde entonces. Ahora, los norteamericanos quieren ver cambios a finales del 207 para que no se reduzca el compromiso norteamericano con la Alianza Atlántica.

Europa desde 1945 ha confiado la coordinación de su defensa a EE UU, todos los Generales en Jefe de la OTAN han sido y son norteamericanos que tienen bases en casi todos los países, y en tiempos de la Guerra Fría otorgaban la protección nuclear, base de la disuasión mutua Pacto de Varsovia-OTAN.
Puede que hace unos años, después de la caída del muro de Berlín, esta disuasión pareciera superflua, pero después de Georgia y más recientemente Crimea, la mentalidad belicista ha regresado. No olvidemos el reciente despliegue ruso de armas tácticas con capacidad nuclear en Kaliningrado, su enclave dentro de la UE entre Polonia y Lituania.

Así como Europa se encargó ella misma de su unión económica y monetaria construyendo un formidable mercado interior y la segunda moneda mundial, en defensa ha sido la OTAN, es decir EE EU, quien ha dirigido, modernizado e impulsado la unión militar.

Cuando ahora Montenegro quiere entrar en la OTAN es porque están los EE UU, no porque estén Holanda o España. Estamos pues ante una cuestión capital por dos motivos: la defensa no puede decidirse por consenso y Europa no tiene ni las capacidades estratégicas (nucleares) ni tácticas para ser una fuerza militar creíble.

Tiene pues que ponerse a elevar su gasto en defensa, unos 15.000 millones de euros para toda UE y 10.000.000 euros para lo zona euro. ¿pero puede hacerlo? Financieramente es difícil en los actuales presupuestos nacionales, salvo en el alemán Podría hacerse a nivel UE o Euro, y financiarlo con bonos europeos homologando al mismo tiempo los requisitos de la industria militar.

Sería bueno políticamente, bonos europeos, y económicamente, inversión en tecnología avanzada. No hay que menospreciar el pacifismo en Europa, que impulsado por la URSS durante la Guerra Fría sigue pesando sobre las opiniones políticas como hemos visto recientemente respecto a Afganistán o Libia. España es un buen ejemplo, siempre dispuesta a enviar tropas donde sea, pero “en misiones de paz”. El terrorismo ligado al extremismo islámico está afectando ahora a las opiniones publicas, aunque parece que mas en restringir la inmigración o aumentar los poderes de control interno de cada Estado. Hablar de mas gastos en defensa para proteger nuestras fronteras comunes frente a agresiones de otros Estados puede ser muy diferente y abrir un debate como el del despliegue de los misiles norteamericanos en los 80.

La nueva defensa no es sólo en armas

Es verdad que la nueva defensa no es sólo en armas. Los ataques a redes de Internet y gastos en información forman parte de los nuevos conflictos, pero no hay que engañarse, el requerimiento norteamericano demanda mas armas, más sofisticadas y más tropas.
Europa había abrazado con pasión el llamado dividendo de la caída del muro y el fin de la Guerra Fría. Saliendo ahora de la crisis y bajo el miedo a un auge del populismo y el nacionalismo llega una necesidad ineludible y con plazo: 2017. Además, en cuestiones de defensa hay dos temas adicionales y aparentemente intratables: quien ostenta el mando y las armas nucleares.

En el primero la integración de los países europeos se ha hecho a través de la OTAN y los EE UU. Y en el segundo lo mismo. La UE puede, y quizás no le quede más remedio, que tenérselas tiesas a EE UU en temas comerciales y financieros. Tiene tamaño, capacidad y experiencia e independencia suficiente, lo que no quiere decir que no vaya a ser duro y peligroso. Pero en defensa, hoy por hoy, la conexión atlántica es insustituible. Durante más de dos décadas se ha cumplido el adagio que los norteamericanos son de Marte y los europeos de Venus.

Hace mucho tiempo que en el debate político y electoral de las sociedades europeas la defensa y la guerra estaban ausentes, pero todo apunta que ya no podrá ser así. La imagen en Europa de la nueva administración norteamericana no lo va a hacer más fácil.

Sin embargo, un fracaso que llevase a EE UU a reducir su compromiso con las fronteras exteriores europeas afectaría a la propia UE sabiendo de antemano que tanto en defensa como en los embarazos no hay términos medios. Puede que al salir de una crisis no sea el mejor momento para hablar de estas cosas de las que se habla en el resto de los países del mundo, pero todo apunta a que Europa no podrá seguir eludiendo decidir sobre su defensa y seguridad. Cortesía de Trump.

 

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