Es sorprendente la capacidad que tenemos para olvidar. Cuando el lunes compareció Pedro Sánchez para comernos el coco, repetía lo que en tiempos del Covid convirtió en costumbre: «Pedro le habla a la Nación». Aunque él diría, por supuesto, el Estado: la Cumbre del Estado se dirige a la Base.
Dijo esas cosas tremebundas de «El Estado somos todos» o, conmutativo, «Todos somos el Estado». Tampoco decía ninguna mentira. Nos sentamos a comernos el Estado que previamente se ha comido la sustancia nacional como si fueran caracoles, sorbiendo hasta el final. En otra época por lo menos se pactaba el turno: comían unos y luego comían otros. Ahora es un poco más difícil.
Esa misma noche, en la tertulia nocturna de la privilegiada cadena SER, se produjo algo curioso. Decidieron criticar el lema «sólo el pueblo salva al pueblo». «Eso es fascismo puro», dijo alguien. «Es lo que conocimos en los años 20 del pasado siglo»… Fue más allá: «El fascismo brota, brota del miedo y la angustia».
Así que, el mismo día en que Sánchez hablaba como Mussolini, lo fascista era un particular ayudando a otro particular o la reunión de unos cuantos para protestar contra el gobierno.
La capacidad de ver fascismo en personas o cosas ha alcanzado en España la categoría de arte. Lo hemos escuchado casi todo, pero esto riza el rizo: que estatalizarnos y hacernos un todo orgánico con el PSOE no sea fascismo y lo sea el pueblo solo, mondo y lirondo, ya es de nota. ¿Será fascismo un pícnic en el campo? ¿Será fascismo la sonrisa de un niño? ¿Echar un partidillo de fútbol entre amigos?
Pues sí, diría algún entrevistado por Vito Quiles, si no se hace con sentido de Estado, para el Estado y de acuerdo con el Estado, sí.
Esa tertulia de la SER, una de tantas y, a la vez, cima de desvarío, nos permite mirar en las honduras del régimen actual: el clientelismo, la corrupción, la insania ideológica y la patocracia, el gobierno de psicópatas con psicópatas para psicópatas.
Hay algo divertido en todo esto (hemos de agarrarnos a lo que encontremos). La estrategia del gobierno con Valencia no es defensiva. Mientras atacan a Mazón, avanzan en extender la teología del cambio climático o la idea de los bulos y pseudomedios. Así difaman a cualquier periodista que tenga relieve suficiente. Recordemos aquel titular: «Broncano, aire fresco contra el fascismo en prime time«. Ahora el enemigo es Iker Jiménez.
Iker empezó precisamente en la SER; tenía allí una tertulia nocturna de ovnis y cosas paranormales. Evolucionó y ahora se dedica a la realidad, mientras la SER, en la solemne Hora 25, emite voces alucinantes como si fueran psicofonías. Eso es la propaganda de Sánchez: ¡psicofonías! Voces fantasmales que hablan de cosas irreales, fantasiosas, delirantes… Parecen todos Germán de Argumosa (que me perdone el profesor) persiguiendo el fascismo ectoplasmático y Pedro Sánchez es su Carlos Jesús: ora Crístofer sociata, ora Micaé monclovita.
La evolución ha sido morrocotuda: Iker Jiménez pasó del ovni a lo real, del marciano al paisano, y busca contactar en la Tercera Fase con el Currante, mientras la SER entera, y como la SER el resto de medios (medios de enajenación), se quedó en lo paranormal, en la parapsicología, en una pararrealidad al servicio de una paramoral. Pones sus tertulias y se oyen voces que desde un Más Allá paralógico dicen fascismo, uuh, fascismo, uuuhhh.