«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""

Biografía

Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""

Cheers

9 de marzo de 2014

Viernes. Siete de la tarde. Por fin empezaba a desperezarse el verano en Boston y no apetecía llegar a casa. Mi compañero y yo conversábamos con unas colegas jóvenes, ellas saldrán un poco más tarde. Preguntamos dónde y nos dieron una dirección, el 84 de la calle Beacon. Un buen sitio, aseguraron. El ambiente era auténtico. Era un lugar para tomar una cerveza o una copa tranquilo. «Nada del otro mundo, no esperéis un local de lujo. Parroquianos fijos y algunos distraídos, pero con cierto encanto de bar de siempre».

Decidimos ir. Una mano dibujada en un cartelón nos alertaba que fuéramos hacia el sótano por una escalera, también ponía el nombre del local y el año de fundación: «Cheers 1895«. Bajamos, y al abrir la puerta, contemplamos la escena. El local es amplio, la barra de madera oscura ribeteada en metal está en el centro, es cuadrada y espaciosa con dos camareros dentro. Hay taburetes acolchados a su alrededor y copas colgadas de una estantería justo encima. Fuera de la barra, una mujer bajita, con el cabello corto y muy rizado, con pinta de malhumorada, lleva la bandeja para servir las mesas.

En el local hay una Jukebox, un teléfono público, cuadros con fotos y banderines de béisbol. El dueño fue un jugador conocido, Sam Malone. Decidimos ocupar una mesa, por si venían nuestras compañeras, y nos sentamos en una sillas clásicas y entrañables, así debían ser en los pub irlandeses, comentamos. Esperamos a que llegaran las dos jarras de cerveza que habíamos pedido.

Estamos tan impresionados que apenas nos hablamos. Observamos la clientela. Al fondo de la barra hay un hombre con uniforme de cartero, bebe y charla con los camareros y con alguien con pinta de petimetre, estrambótico y tan raro como para llevar libros al bar. Le dicen Frasier y parece ser motivo de burla. Él parece no darse cuenta o lo sobrelleva disimulando. De repente, se abre la puerta y aparece un individuo con algo de sobrepeso, oficinista seguro, aunque la corbata le da aspecto de ahogado contable. A penas ha entrado, pero sin duda es fijo, pues todos gritan su nombre al verlo llegar, al unísono: «¡Norm!» Lo hacen arrastrando la vocal más de lo necesario, mientras, él responde saludando con su rechoncha mano. Se sienta justo al lado del cartero y antes de hablar ya tiene una jarra en la mano. Tiene que ser de gustos fijos.

El dueño del local en un momento dado levanta la voz: «se ha acabado el barril» y la concurrencia interpreta el «Taps» de manera casera y vocal. Honores militares para el que ha caído. Todos en pie se colocan en una doble fila jarras en alto -cual sables- y le hacen un pasillo respetuoso antes de verlo partir para siempre. Hay emoción en el ambiente, puede que hasta alguna lágrima perdida. Nosotros asistimos perplejos al espectáculo. Cuando cambian el barril todos vuelven a su lugar. Como si no hubiera pasado nada.

Vemos llegar a nuestras compañeras, les hacemos señas y se sientan con nosotros. Estamos entusiasmados con su recomendación. Lo primero que les tenemos que agradecer es habernos traído a Cheers, nosotros también seremos fijos de este lugar donde todo el mundo sabe tu nombre. Lo segundo, dependerá de como se nos dé el viernes noche.

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