De entre las muchas columnas que el diario progubernamental El País publicó ayer, destaca una que, aparentemente, se desmarca de la apología de la ley de amnistía a la que se ha entregado la gran mayoría de sus colaboradores. Dóciles propagandistas entre los que destaca Carlos E. Cué, que se descolgó con un artículo titulado «Sánchez intenta ajustar la relación con Junts», en el que procede al reparto de viáticos socialdemócratas sólo aptos para paladares agradecidos.
El artículo que, tan sólo de manera aparente, se mueve por derroteros alternatvos, se titula «La ‘Spanish’ enseñanza», y está firmado por la filóloga y catedrática de la Universidad de Sevilla, Lola Pons Rodríguez. En él, la firmante dice, con acierto: «Pensemos ahora en el español, que es la gran víctima de este modelo. Al inicio de la educación obligatoria, en Primaria, la mayor parte de los niños sabe hablar con pleno dominio, lo que no conocen es la variedad elaborada de la lengua española, que se aprende en todas las materias escolares, no solo en la asignatura de Lengua. Sacar al español de las explicaciones de historia política, de desarrollo natural o de estructuras sociales consolida la equivocada idea de que el inglés es la única gran lengua europea para la exposición técnica y científica. El español se usa en el patio y el inglés en la pizarra; se parece a la situación de dos lenguas (una familiar y otra prestigiosa) que se da en países de África con sus lenguas coloniales. Por el camino, se reduce el empleo del español como lengua para la reflexión crítica razonada: mala cosa en una democracia».
El razonamiento de la barcelonesa Pons señala al modelo bilingüe implantado en su día en Madrid, que se ha ido replegando hasta el punto de que el próximo curso Geografía e Historia se impartirán íntegramente en lengua española. Nada que objetar en este sentido, pues los hechos consolidan la posición de la filóloga. Sin embargo, un simple juego destapa el doble rasero empleado por su autora. Sustituya el lector el inglés por el catalán y aparecerá el truco: «El español se usa en el patio y el catalán en la pizarra; se parece a la situación de dos lenguas (una familiar y otra prestigiosa) que se da en países de África con sus lenguas coloniales». He ahí la doblez que esconde un texto crítico con el bilingüismo aguirrista, que nada dice de la inmersión lingüística obligatoria impuesta en Cataluña desde hace más de cuatro décadas, cuyos efectos sobre los que no tienen como lengua materna el catalán, son palmarios. Efectos recogidos en el informe PISA, citado por doña Lola, que no le han llevado a establecer un mínimo paralelismo entre la anglofilia matritense y la hispanofobia, no sólo lingüística, catalana, que expulsó a miles de docentes de la región, que margina a muchos escolares en las aulas y los espía en los patios. Plurilingüismo llaman a esta discriminación.
Llegados a este punto, se preguntará el lector por la conexión entre el artículo y la ley de amnistía. Al cabo, la Proposición de Ley Orgánica de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña, presentada por el Grupo Parlamentario Socialista, nada dice de la lengua catalana ni, mucho menos, de la inmersión lingüística obligatoria. Y no lo dice porque ya se da por descontado que en Cataluña no se podrá estudiar en español mientras gobiernen los golpistas amnistiados o lo haga el PSC, facciones políticas que han cimentado gran parte de su poder en la marginación del español y en la confección de una red clientelar a cuyos excedentes pretende dar salida el Ministro de Cultura y Leyenda Negra, sustituyendo en toda España el plurilingüismo anglófilo por el catalán, lengua vehicular de la Cataluña a la que todos debemos dinero. Naturalmente, sobre todo esto, la Pons, por decirlo de un modo castizo: chitón.