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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cifuentes, una política progresista y valiente

7 de julio de 2015

 Emerge doña Cristina como nuevo valor de los populares porque, antes de desgastar, el poder otorga carisma y distinción. Cifuentes perdió un tercio de los votos de su partido -Aguirre se dejó un cuarto- pero la primera consiguió el sillón y el boletín autonómico para cesar, subvencionar y contratar, que es la mejor forma del mundo de hacer amigos, conseguir admiradores, recibir aplausos y llevar pegada a las suelas una multitud de pelotilleros infames, de esos que conforman el grueso de los partidos y otras instituciones.

La nueva presidenta de la Comunidad de Madrid se lo merece. Es una política progresista y valiente. Ella apostó antes que nadie por transformar el PP en un partido de centro izquierda, asumiendo todos los postulados ideológicos del socialismo. No olvidemos que en el último congreso del partido Cifuentes enarboló varias enmiendas, entre ellas la de suprimir el concepto cristiano en los estatutos, o la de acabar con la resistencia al llamado matrimonio gay. En aquel entonces la dejaron más sola que a Mussolini sus compañeros socialistas. Nadie secundó sus propuestas, y vagaba la pobre mujer como una apestada progre por los pasillos liberal conservadores. Hoy, sin embargo, luce una mirada irisadísima de triunfo. La mayoría de los que en el congreso de Sevilla le negaron su voto (creo que fue Sevilla, pero qué más da, si no sirve para nada), ahora aplauden entusiasmados la iniciativa de doña Cristina de transmitir por Telemadrid  la grotesca marcha del «orgullo», con cargo a nuestros bolsillos. Una celebración que, por cierto, habría terminado para siempre con el famoso dilema becqueriano, cuando se lamentaba el poeta por no tener un diccionario donde diferenciar el orgullo de la dignidad. Ya está muy claro.

A Cifuentes, insisto, hay que reconocerle el valor y la coherencia. Cuando hablan de refundar el Partido Popular, se niega con inteligencia y determinación. El PP es ahora lo que ella quiere, una formación que apuesta por asfixiar al PSOE ocupando su espacio electoral, calcando la ingeniería social que impulsó Zapatero y ofreciendo una gestión algo más aseada de lo público, cosa que no puede resultar muy difícil. Sin duda es preferible esta postura nítida -que incluso le llevó a retirar el crucifijo de la mesa donde tomó posesión de su cargo, como los concejales podemitas-, antes que la estafa permanente de quienes aducen razones electorales para no sacar adelante su programa. En esta legislatura veremos a la comunidad de Madrid imponiendo en los colegios la ideología de género, desarrollando políticas para la desprotección del no nacido, o secundado en buena compañía las propuestas más rencorosas de Carmena en relación con la memoria histérica, el laicismo radical y cosas así. Asumirán, y con nuestros impuestos promocionarán todo lo que al poder no le molesta -porque no le cuestiona-  pero sí emociona al populismo de subvención y a la izquierda chic.

De hecho, Cifuentes incluso debería empezar a plantearse su asalto a la Moncloa. El nuevo PP necesita alguien que hable claro y enarbole las banderas progres que iluminan sus políticas, y no a un rancio registrador que sólo confía en el miedo a lo que él promocionó como estrategia para aferrarse a un poder que ya le ha desgastado.

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