En el gimnasio puedo mirar por fin a los demás a los ojos, sin tener que agacharme. Por fin tengo interlocutores a mi altura, nunca mejor dicho. Parece algo anecdótico, pero no lo es. Allí se conoce a muchas personas y además tengo una figura estupenda. No voy a pecar de falsa modestia. Muchos viernes, después del ejercicio, vamos a un bar cercano. Tomamos una copa y reímos un rato. Casi siempre voy con amigas.
Hoy, nos han invitado a una cerveza, ha sido un tipo al final de la barra, es guapo, moreno y con los ojos azules. Se le ve conquistador nato. Nacido para ligar. Antes de que la cerveza llegue al posavasos, ya se ha acercado. Charlie Harper, se presenta, pero me pide que le llame Charlie, reconozco que sonrío al decirle mi nombre. Me ha cautivado a la primera. No está por perder el tiempo. Me interesa. Le intereso. Me hace reír y no nos vamos a andar con rodeos. Se inclina levemente sobre mí, y al oído susurra una invitación a su casa. Cuando me dice donde vive casi me mareo y me caigo de bruces desde el taburete. Zona de lujo de Malibú. Debe ser rico.
Llegamos de noche, no me puedo fijar mucho en la casa, pero es grande. Entro algo cohibida pero él es encantador, me tranquiliza y me invita a una copa de vino. Salimos a una terraza impresionante con vistas al mar, creo que su magnetismo se me está subiendo a la cabeza mucho más que lo que llevo bebido. Igual es un poco simple, no lo sé, creo que tampoco me importa ahora mismo. Me enreda con sus maneras de ligón profesional y me dejo hacer. Me susurra que subamos a su habitación y acepto.
Subimos por la escalera y nos encontramos en su cama un niño regordete y pelirrojo, le está esperando para un partida, dice, en pijama y comiendo miles de barritas de chocolate. Está jugando a la Play Station y afirma contundente que no piensa irse, que es la mejor televisión, que por fin a dormido a su padre, y que se lo había prometido. Incluso nos pide que le llevemos un refresco.
No entiendo nada, quizás sea el alcohol. Dice que su padre está dormido, entonces quién es Charlie. Intento averiguar el parentesco que les une porque me estoy empezando a poner nerviosa. El niño sigue obstinado y dice que no se va. Aparece su padre con un batín ridículo y con calcetines blancos. Mi libido está por los suelos. Se presenta tartamudeando, se llama Alan. Miro a mi alrededor. Charlie me suplica que no me vaya y que va a solucionar todo eso. El niño, Jake, está aceptando dinero de su tío -es su tío, menos mal- para abandonar la cama. El del batín repite excusas sin sentido.
Quiero irme de allí, estoy en una habitación con dos hombres y medio.