«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.

La cizaña

24 de abril de 2014

Julio Cesar quería ampliar el imperio romano a base de conquistas, pero no era capaz de mantener la paz y el control en algunas zonas que estaban bajo su dominio. Era el caso de la Galia que, en el año 50 a.C., estaba ocupada… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos ofrecía una feroz resistencia. Sus habitantes, capitaneados por Astérix y su inseparable amigo Obélix, mantenían en jaque a las guarniciones de Babaórum, Acuárium, Láudanum y Petibónum. Para combatir esa fuerza, que les otorgaba su inquebrantable unidad incluso más que su poción mágica, el emperador envíó a Detritus para sembrar la cizaña en el poblado. Los enfrentamientos estuvieron a punto de romper la defensa de los galos y solo un esfuerzo por recuperar su unidad les permitió salir nuevamente victoriosos ante los romanos.

No es más que el argumento de La cizaña, un cómic mundialmente famoso publicado en 1970, pero, a través de sus viñetas, René Goscinny y Albert Uderzo, consiguieron retratar situaciones que bien podrían obedecer a la vida real.

Algo similar evoca la historieta de lo que está consiguiendo Artur Mas. Ha sembrado la cizaña entre compatriotas, prometiendo una ilusoria Arcadia feliz solo para algunos, si están dispuestos a romper con todos los demás. La amenaza no es únicamente separar a los catalanes del resto de españoles, sino de conseguir también enfrentar a los propios catalanes entre ellos. Y la prueba de que su ponzoña funciona la estamos viendo en el seno de los socialistas.

Esta semana, diez miembros de la Ejecutiva del PSC en Girona han presentado la dimisión debido a discrepancias sobre el proceso soberanista. Desde que este órgano de dirección se constituyó en 2012, ya han abandonado dieciocho de sus treinta y tres miembros. Una deserción de más del cincuenta por ciento de sus integrantes, lo que puede provocar la convocatoria de un congreso extraordinario.

Pero las disensiones entre los socialistas acerca de la postura que deben mantener ante la deriva secesionista que se vive en Cataluña no es algo sorprendente. A fin de cuentas, el PSOE en general, y el PSC en particular, siempre han mostrado tibieza y poca definición ante tal proceso. Lo realmente preocupante es que en Cataluña, igual que pasaba hace dos décadas en el País Vasco, apenas se puede hablar en voz alta si no es para mostrar una inquebrantable adhesión a la secesión.

Treinta años de adoctrinamiento, fondos públicos para financiar el separatismo y exclusión social hacia los muchos catalanes que se sienten orgullosos de ser españoles, han conseguido que este moderno Detritus haya pulverizado la máxima de que la unión hace la fuerza, imponiendo el triunfo de una casta política que basa su poder justamente en la división.

Pero el cuento todavía puede tener un final feliz. La auténtica poción mágica que puede hacer triunfar a la unidad se encierra en la frase del escritor irlandés Edmund Burke: «Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada». Y durante demasiado tiempo, muchos han permanecido callados. Es momento de que no se escuche únicamente la voz de quienes tratan de imponer la división. Es la hora de que todos, también aquellos catalanes que se sienten españoles, puedan expresar libremente su opinión. Y para eso, no hace falta ningún referéndum. Sólo es necesaria la libertad de expresión.

Si los nacionalistas excluyentes piensan que tienen sometida a toda Cataluña, se equivocan. ¿Toda? ¡No! Al igual que los galos del cómic, muchos catalanes, orgullosos de ser españoles, ofrecerán una irreductible resistencia. Están en su derecho.

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