«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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Con los médicos objetores

30 de septiembre de 2021

La peor de todas las traiciones que puede perpetrarse es la traición a los propios principios y valores, es decir, a uno mismo. El último recurso del hombre libre, cuando han cedido todas las barreras que la razón alza frente la barbarie -el derecho, las humanidades, el arte- y se ha vuelto la espalda a la fe y la inteligencia, ese último bastión de la dignidad es la objeción de conciencia. Es el último cartucho para salvar la condición humana de la turba vociferante y la opinión del gentío. Por supuesto, esto implica un modelo de ser humano con convicciones. Se trata de la forma de rebeldía más auténtica y, por eso mismo, más revolucionaria. Por eso, todos los regímenes totalitarios la temen. Por eso la persiguieron los comunistas, los fascistas y los nacionalsocialistas. Por eso, debemos hoy defenderla y celebrarla. 

El gobierno está trabajando en la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Pretende coartar el derecho de los médicos a objetar en conciencia cuando se les requiera la práctica de un aborto. ¡Qué tiempo disparatado nos ha tocado vivir! Se proclama como “derecho” poner fin a la vida del concebido no nacido, se considera parte de la “salud” matar a una criatura en el vientre de su madre y se pretende dificultar la objeción a los médicos que quieren dedicarse a salvar vidas en lugar de acabar con ellas.

Se pretenden hacer listas de médicos objetores. Los comunistas, los fascistas y los nazis también gustaban de esas listas

Hemos llegado a un punto en nuestra civilización en que cualquier animal vale más que un ser humano. Nos conmueve más el sufrimiento de un cachorro que el descuartizamiento o la aspiración de un feto humano. Se pretende castigar penalmente a quienes se congregan para rezar en las puertas de las clínicas abortistas. Orar por la vida -las dos vidas, la de la madre y la de su hijo- se considera una forma de violencia, pero asaltar una capilla o acosar a unas monjas como se hizo en la Jornada Mundial de la Juventud se tiene por protesta legítima. Se sacrifican vidas humanas en aras de una pretendida libertad que se ensaña con los más indefensos de todos los seres humanos. Tal vez una cultura en que se mata a los recién nacidos, a los enfermos terminales, a los discapacitados, a los ancianos abandonados a su suerte, no merezca sobrevivir.

Por eso, ante esta nueva ofensiva de la cultura de la muerte, es reconfortante leer comunicados como el del Ilustre Colegio de Médicos de Madrid, cuyas palabras son felizmente lúcidas. “El reconocimiento de la objeción de conciencia no es solo una exigencia ética sino también constitucional. La objeción siempre debería quedar amparada por la posibilidad de acogerse a la no realización de actos gravemente contrarios a la propia conciencia. Reconocer esta primacía es también saber que la justicia es mucho más que las leyes y que hay derechos fundamentales que toda norma debe siempre respetar”. Dejen que estas palabras resuenen en este tiempo de muerte: “la justicia es mucho más que las leyes”. Cabría añadir que, si las leyes son injustas, no cabe hablar de justicia sino sólo del poder coactivo del Estado, convertido ya en tiránico. 

Hay que apoyar a esos médicos con todos los recursos que se puedan allegar: fondos, servicios jurídicos, tribunas y medios para defenderse

Se pretenden hacer listas de médicos objetores. Los comunistas, los fascistas y los nazis también gustaban de esas listas. Dan facilidades cuando hay que acosar a alguien. Lo simplifican todo cuando hay que ir a buscar al domicilio o al lugar de trabajo. Una de las primeras cosas que la Gestapo incautaba en los países ocupados eran los registros policiales. Las tiranías más sanguinarias del siglo XX fueron posibles gracias al desarrollo de la tecnología y la burocracia. Los pretextos siempre son los mismos -las garantías, la seguridad, el ejercicio de los derechos de todos- al igual que las consecuencias: el acoso, el linchamiento, la persecución, el estigma y otras tantas cosas. Algunos obispos españoles asistentes a la sesión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ya han advertido que crear un registro de médicos objetores “sería atentar contra la libertad de la persona”.

La defensa de la vida -de las dos vidas, la de la madre y la de la criatura- es la gran cuestión de nuestro tiempo. Por esa causa, vale la pena sacrificarse, asumir riesgos, jugársela. Hay que apoyar a esos médicos con todos los recursos que se puedan allegar: fondos, servicios jurídicos, tribunas y medios para defenderse, la actividad parlamentaria de oposición a una -o, más bien, otra- ley injusta y totalitaria. El médico que objeta es una persona que se atreve a afirmar su conciencia y que se niega a traicionar sus principios. En nuestro tiempo, la coherencia y la integridad hay que protegerlas como se protegería el último pozo de agua en un desierto. 

Permítanse un gesto de dignidad.

Póngase del lado de esos médicos que prefieren salvar vidas a quitarlas.

Allí nos vemos. 

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