El gobierno estĆ” claramente en funciones para lo que quiere. O mejor, para lo que no quiere hacer. Pero para lo que sĆ quiere, no lo estĆ”. El ministro (en funciones) GarcĆa Margallo, que tanto se queja de que la interinidad del gobierno hace de EspaƱa una nación marginal en la arena internacional, ha aprobado que EspaƱa se abstuviera en la votación de la UNESCO que negaba los vĆnculos del pueblo judĆo con, precisamente, su capital, JerusalĆ©n.
Yo no sĆ© quĆ© pensarĆa nuestro ministro de Exteriores (en funciones) si esa organización subsidiaria de la ONU votase que la catedral de Santiago o el monasterio de El Escorial no tiene nada que ver con la Historia y el pueblo espaƱol. Pero lo que ha permitido que nuestra delegación en la UNESCO haga es, simple y llanamente, una afrenta a la Historia conocida a la vez que un acto de cobardĆa polĆtica.
Puede que el seƱor ministro aduzca desconocimiento de lo que se votó el pasado dĆa 13 de este mes o de lo que se va a votar la semana que viene. Pero resultarĆa tan poco creĆble como cuando dio marcha atrĆ”s a su orden de abrir un consulado en la Franja de Gaza. La UNESCO, desgraciadamente, lleva meses persiguiendo borrar la presencia milenaria del pueblo judĆo en su propia tierra. Y el clamor general contra la tergiversación histórica e histĆ©rica en la que los palestinos y sus aliados han instalado a la UNESCO, deberĆa haber llegado a sus oĆdos.
La motivación de estas actuaciones segadas de la UNESCO se basa en una gran mentira: que el Gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu estÔ alterando el statu quo de la Explanada del Templo y, por lo tanto, del acceso a la mezquita de Al Aqsa. Da igual que el propio primer ministro lo haya negado una y otra vez. Y da igual que sobre el terreno nada haya cambiado. De hecho, cualquiera que visite la Ciudad Antigua de Jerusalén sabe bien que el acceso a la Explanada estÔ, de hecho, limitado a todo aquel que no sea musulmÔn y que su gestión religiosa recae en las manos de Jordania.
Pero las mentiras, como las malas ideas, tienen consecuencias, normalmente pĆ©simas consecuencias. Hace poco mĆ”s de un aƱo, precisamente justo tras que la Autoridad Palestina denunciase la falsedad del cambio de estatus, arrancó toda una oleada de ataques terroristas, la mayorĆa de jóvenes que decidĆan atacar a cualquier judĆo con cualquier mĆ©todo a su alcance, desde cuchillos de cocina a atropellos con coches, bajo la creencia de que Israel estaba ocupando y cerrando el acceso a uno de sus lugares sagrados. Que no fuera verdad, era lo de menos. Suficiente para impulsar una cadena de ataques Ā que, aunque han disminuido, todavĆa no han cesado.
ĀæQuĆ© espera el ministro (en funciones) GarcĆa Margallo pueda ocurrir cuando la UNESCO adopte que el Muro de las Lamentaciones ya no se puede denominar de esa manera y que pasa a llamarse āBuraq Plazaā?Ā
Con Felipe GonzĆ”lez EspaƱa corrigió un error histórico y se acabó por entablar relaciones diplomĆ”ticas bilaterales con el Estado de Israel. Bajo el presidente Aznar, EspaƱa e Israel se acercaron mĆ”s que nunca, tanto con primeros ministros conservadores, del Likud, como laboristas. Zapatero optó por vestirse la Kefiya palestina y EspaƱa dejó de contar en la zona. El primer Gobierno de Rajoy heredaba una mala situación que fĆ”cilmente podrĆa superarse y mejorarse. Pero no lo hizo. Supongo que en parte habida cuenta de la dejadez con que el Presidente Rajoy aborda todos los temas internacionales y tambiĆ©n debido a la filosofĆa personal del ministro de Exteriores.Ā
Franco decĆa que a EspaƱa la unĆa al Mundo Ćrabe una relación especial. No sĆ© si GarcĆa Margallo irĆa tan lejos en sus afirmaciones, aunque a mĆ”s de uno de su departamento he oĆdo contar que la polĆtica espaƱola hacia el Oriente Medio pasaba irremediablemente por el contrato estrella del AVE a la Meca. Esto es, que cualquier cosa que pudiera poner en peligro nuestra relación comercial con el reino de Arabia SaudĆ, era desechable.Ā
Pero el Oriente Medio no es algo tan simple como mucho tienden a pensar. Por ejemplo, EspaƱa abrazó con entusiasmo el acuerdo nuclear con IrĆ”n, apadrinado y negociado por Obama y aceptado por las grandes potencias europeas. Y, sin embargo, el gran opositor a IrĆ”n en la región no es otro que Arabia SaudĆ. ĀæNo piensa el seƱor ministro (en funciones) que el impulso comercial espaƱol con IrĆ”n molestarĆa a los saudĆes?
SĆ© que la realidad nunca es perfecta y casi siempre es compleja. Tanto como para que cuando GarcĆa Margallo se llevó las manos a la cabeza al saber que Artur MĆ”s, entonces President de la Generalitat, iba a realizar una visita oficial a Israel y que pensaba mantener un encuentro con su primer ministro, tuviera que pedir la mediación de expresidente Aznar para impedir dicho encuentro. Al menos eso es lo que cuenta el periodista Ignacio Cembrero en un reciente artĆculo.
En fin, todo esto se quedarĆa en un lamentable sainete si no fuera por la carga de profundidad que supone negar la Historia. Ya lo henos hecho recientemente en esa Europa que tanto ama el ministro GarcĆa Margallo: Ā fue siendo Ć©l miembro del Parlamento Europeo, cuando nuestros próceres borraron toda mención a las raĆces cristianas de Europa del prólogo de la denominada Constitución Europea. Hoy se empieza por decir que JerusalĆ©n y el pueblo judĆo no tienen Ā nada que ver y maƱana oiremos que Al Andalus nunca ha sido EspaƱa. El ministro de exteriores quien es una persona apegada a la Historia (al menos en lo tocante a Gibraltar) Ā deberĆa poner freno a esa lĆnea contraria a todo, empezando por nuestros intereses nacionales. Y para ello deberĆa dar nuevas instrucciones a nuestra delegación ante la UNESCO. Que puede aunque estĆ© en funciones.