Lo mejor de dar consejos es que uno cumple con su conciencia y lo bueno es que casi nunca le echan cuenta, así que puede darlos impunemente. Sin embargo, cuando alguien actúa siguiendo tus indicaciones, sientes el peso de la responsabilidad. No va a pasarme con Feijoo a pesar de que mi consejo es estupendo. ¿Cuál es? Que oriente su política a facilitar un pacto de gobierno con VOX, estudiando cómo reparar las brechas lógicas que su desdén, además, ha ido agigantando. Las razones de mi consejo son diversas y cada vez tienen más peso. Las enumero: 1) la aritmética; 2) la democrática; 3) la geopolítica y 4) la maquiavélica.
La aritmética es elemental. Todos los movimientos del PP indican que preferiría pactar con los independentistas de Junts y del PNV. Feijoo presume, desde sus años en Galicia, de ser un nacionalista soft y de llevarse bien con sus colegas de las autonomías «históricas». El problema (para él, y para España la suerte) es que la suma no le da. Pasan los años y siguen las encuestas diciendo que la única suma posible del PP es con VOX, y viceversa. En un régimen aritmético, como es la democracia, empecinarse contra los números es suicida.
La razón democrática tiene más hondura. Si el PP pactase con Puigdemont, estaría traicionando a sus votantes, que, en su inmensa mayoría, no aprueban eso. Siguen votando al PP por inercia o voluntad, por supuesto, a pesar de la costumbre del partido de traicionarles, y podríamos decir que se lo tienen merecido. Hay un refrán inglés que afirma que la primera vez que te engañan la culpa es del que te engaña (que es un patán) pero la segunda vez la culpa ya es tuya, y no digamos la tercera, la cuarta, la quinta… Con todo, los dirigentes del PP, por un prurito moral y aunque no se lo exijan los suyos, tendrían que tomarse en serio la representación de las ideas de sus votantes.
La geopolítica es la tercera razón. El mundo se va volviendo vertiginosamente dextrógiro. Está Trump, pero también Trudeau, la inquietud en Inglaterra, el vuelco en Austria, etc. Si Feijoo olfatease el aire, en vez de respirar sus prejuicios ajados de sus tiempos de presidente de la Xunta, se daría cuenta de que un pacto con VOX sería la mejor manera de alinearse con el ritmo de Occidente sin tener, además, que romperse la cintura y pudiéndose vender como el moderador del tándem. Eso por el lado ventajista; por el lado prudencial, el caso austriaco tendría que poner a remojar las barbas que Feijóo no tiene. Al final, el partido popular austriaco (ÖVP) ha fracasado en su intento de sumar con quien fuera para evitar al FPÖ (VOX austriaco). Si hubiesen empezado por ahí, habrían evitado el bochorno.
El maquiavelismo lo he dejado para el final. Los partidos de derecha alternativa no crecen porque sí. Hay una serie de problemas (desfondamiento moral de Occidente, inmigración masiva, inseguridad, presión fiscal y burocrática, empobrecimiento de las clases medias, etc.) que el sistema actual bipartidista no sólo no está solucionando, sino agravando. ¿Núñez Feijoo no lo ve? Lo verá, pero pasa que la solución a cada problema es ardua. La tiene, pero antipática, tipo motosierra de Milei. Feijoo tendría que vender que la aritmética le fuerza a gobernar con VOX, que es verdad, y luego soltarles las áreas más espinosas, porque son la especialidad de VOX. Si los de Abascal se atascan, el PP ganará a costa de su socio ocasional. Si solucionan los problemas, VOX mismo estará acabando con las razones de que la gente le vote desesperadamente.
A estas alturas del artículo entenderán ustedes mi primer párrafo. Yo doy mi consejo, porque mi conciencia me insta a proponer la solución para España, que no anda sobrada de tiempo; pero luego me alegraré un poco de que no me hagan caso. Entonces, más tarde, cuando los problemas crezcan, la geopolítica se afirme, los votantes engañados se desengañen y la aritmética de un vuelco, VOX dará el sorpasso. La cosa llevará más tiempo. Que más o menos breve, será un tiempo que habrá pasado por encima de Feijóo.