«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

Creer como ideología

25 de enero de 2023

Decía el clásico que de joven lo mínimo que esperas de tus semejantes es justicia, y que de mayor eres consciente de que eso es lo máximo a lo que puedes aspirar. ¡El camino de la vida nos cura de los vanos espejismos de juventud! Como siempre he creído en la justicia que premia al bueno y castiga al malo, la justicia que protege al débil frente al poderoso, la justicia que no se esconde detrás de códigos farragosos y torticeros, busqué desde mi adolescencia ese deseo innato en diversas ideas políticas, en filosofías e ideologías diversas. Debo decir que todas resultaron decepcionantes y que si una era mala, la siguiente todavía era peor. Así pues, cuando empecé a tener esa edad en la que la muerte no sorprende al sabio, juré lo mismo que don Francisco de Borja, Duque de Gandía, ante el cadáver putrefacto de la emperatriz Isabel de Portugal: nunca más he de servir a Señor que se me pueda morir. Porque las ideologías, los partidos y sus líderes son mortales, efímeros, simples notas a pie de página de la Historia, con H mayúscula. Nuestra tremenda ignorancia, unida a nuestra soberbia, nos impide ver que somos insignificantes motas de polvo que, como tal, han de desaparecer siendo antes agitadas por los vientos de nuestro tiempo.

Es por eso que hace tiempo que me sustento en algo que puede sonar decimonónico, incluso carca para muchos corazones secos y sin amor. Hablo de la fe, de la creencia en que existe una trascendencia y un misterio que nos envuelve sin nosotros saberlo y menos percibirlo. No deja de asombrarme que afirmar esto pueda ser considerado como políticamente incorrecto en estos tiempos que corremos –y padecemos– a despacho de otras ideas infinitamente mucho más peregrinas y perniciosas par la humanidad. Uno bien puede aparecer en público y afirmar que cree en la reencarnación, en la magia negra, en fusionarse con el cosmos afiliándose a tal o cual grupo. Nadie se reirá de ellos, nadie les combatirá ni serán objeto de risa o incluso de persecución. Bien está, porque la libertad suprema comienza en respetar que todo el mundo pueda equivocarse como mejor le acomode.

Pero si usted dice públicamente, como me ha sucedido a mí, que cree en Dios y que es devoto del Cristo de Lepanto y del Cristo de la Buena Muerte prepárese para dar todo tipo de explicaciones, y eso en el mejor de los casos. Yo tengo las mías que se sustentan básicamente en que no he encontrado en mi búsqueda interior y exterior nada más útil y provechoso que la fe. Para mí y para quienes me rodean. Humildad, vocación de servicio, renuncia y sobre todo amor. Amor a Dios, que equivale a decir amor a los seres humanos; amor al Cristo que sufre en la cruz por todos nosotros, lo que equivale a sentir amor por todos aquellos que padecen persecución, tortura, muerte e injusticia. Desafío a que el más revolucionario de los ideólogos supere con la tesis que quiera esa creencia. Es imposible.

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