«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

Cuando niegas lo que eres

11 de mayo de 2022

Los españoles nos encontramos en un estado de ánimo parecido al de finales del XIX y principios del XX, salvando las distancias. La confianza en lo que somos está tan cuarteada que es difícil afirmar nada en positivo respecto a nuestra nación. Las guerras carlistas, la pérdida de las colonias y en no poca medida la actitud suicida de los políticos nos llevó a la negación de España por sistema. Lo mismo que ahora. Y cuidado, no lo confundamos con la crítica, que niega para luego afirmar; ahora se niega más ferozmente que nunca a España, a sus instituciones, a los protagonistas de su historia, a su idiosincrasia. Pero, ¿a qué? ¿De la ideología woke, de las múltiples naciones dentro de una nación, de la falsa historia, de la descapitalización moral de la sociedad?

Ese negacionismo está llegando a un punto de no retorno, y he ahí la voluntad del Gobierno de enseñar la historia a su manera

Nos pasamos el día negando lo que somos y eso, lógicamente, conlleva un desgaste terrible en la batalla por el relato. En el Reino Unido no se pasan los días discutiendo si su imperio fue bueno o malo, porque simplemente aceptan que existió y punto. La aplicación ad hominem de la moral imperante en el momento, proyectada hacia el pasado, no tan solo es un error, es un menoscabo de nuestra herencia. He puesto el ejemplo británico, pero podríamos hablar de la misma forma acerca de los EEUU, Francia o Alemania. ¿Creen que los políticos, los historiadores o los periodistas de esos países hacen del centro de la polémica si Napoleón fue un terrible y sanguinario tirano o si se cometió genocidio con los nativos norteamericanos – que sí se cometió – o de si el alma del pueblo alemán está contaminada por el crimen nacionalsocialista por los siglos de los siglos? No. Una cosa es la serena revisión de aquello que pasó y las lecciones que oportunamente debemos extraer y otra muy distinta es negar lo que somos, nuestra trayectoria como nación, nuestro carácter.

Ese negacionismo está llegando a un punto de no retorno, y he ahí la voluntad del Gobierno de enseñar la historia a su manera, que solo persigue un fin: que los españoles olvidemos que somos eso, españoles. Lógicamente el propósito no es inocente ni gratuito, porque cuando niegas por sistema, casi por reflejo pauloviano, aquello que eres acabas convirtiéndote en otra cosa, en un ser desarraigado, en terreno presto a que otros siembren en él plantas extrañas a tu condición. Extirpado el añejo tronco de España se puede plantar lo que sea. He ahí uno de los retos más gigantescos a los que nos enfrentamos quienes vivimos alejados de las consignas, los odios y los dogmas. No es baladí, porque de esa memoria histórica de la que tanto hablan dependen muchas otras cosas. El sentimiento de pertenencia, por ejemplo, el germen del sano patriotismo que debería impregnar nuestra conducta entendiéndolo, no como un chauvinismo provinciano, sino como lo que es, el servicio a la nación, a nuestros compatriotas, a nuestros vecinos, a los demás. La generosidad.

Hay que cambiar de paradigma: ante la negación, afirmación.

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