DespuĆ©s del debate entre Rajoy y SĆ”nchez del pasado domingo, una sensación generalizada de decepción se ha extendido entre los espaƱoles que siguieron sus incidencias en las pantallas de sus televisores. Vieron a dos tipos tensos que destilaban animadversión el uno hacia el otro, agarrados a sus notas y datos, entregados al ataque y a la defensa, sin una visión de conjunto de los problemas de su paĆs, incapaces de formular un proyecto integral, inteligible y ambicioso para EspaƱa en un momento clave de su historia. Saltando de asunto en asunto, de insulto en insulto, de mentira en mentira, de reproche en reproche, carentes de un atisbo de grandeza, de altura de miras, de elegancia o de brillantez expositiva, lidiaron en vez de argumentar, hurgaron en las heridas en lugar de buscar zonas de encuentro, se patearon las espinillas sin un momento de reflexión serena, de respeto mutuo o de noble preocupación por el bien comĆŗn. No hubo una sola llamada al patriotismo, al trabajo, al esfuerzo, a la persecución de la excelencia, al inmenso potencial de nuestra antigua y gran nación, a despertar en los que les veĆan y escuchaban deseos de mejorar, de ganar posiciones en el mundo, de afrontar los desafĆos que tenemos por delante como sociedad del siglo XXI. Era tal la pobreza de ideas y tan notoria la falta de calidad en sus respectivos planteamientos, que es absurdo preguntarse quiĆ©n perdió el cara a cara, lo perdieron los dos, lo perdimos todos contemplando semejante derroche de lugares comunes y de golpes bajos desprovisto de cualquier elemento que ayudase a los espectadores a una adecuada comprensión de nuestros abundantes y graves problemas y a una evaluación rigurosa de las posibles soluciones.
Esa misma tarde yo habĆa tenido el privilegio de asistir al homenaje que Libres e Iguales le habĆa ofrecido a Albert Boadella en el teatro MuƱoz Seca. Fueron dos horas y media realmente prodigiosas en las que hablaron Cayetana Ćlvarez de Toledo, Ramón FontserĆ©, Arcadi Espada y la esposa de Albert, Dolors Caminal. Se proyectó tambiĆ©n una pelĆcula montada por JosĆ© Luis López Linares en la que una treintena de personajes de la vida cultural, polĆtica, acadĆ©mica y artĆstica espaƱola, asĆ comoĀ los hijos de Albert, dieron una pincelada sobre el homenajeado desde su perspectiva y su experiencia de su relación con Ć©l. Fue tal el despliegue de inteligencia, de brillantez, de belleza literaria, de humor y de ingenio que allĆ se nos brindó, que era imposible no sentir el orgullo de pertenecer a una nación que acumulaba tan extraordinario acervo humano y cultural. Asimismo, impregnaba la sala una densidad moral propia de gentes comprometidas con valores universales, ajenas a todo maniqueĆsmo o rencor, observadoras de la realidad de su tiempo desde la atalaya de su obra y de su trayectoria, aligeradas de mezquindades o ansias de poder. La celebrada imitación del Muy Imputable que hizo FontserĆ© alcanzó cumbres interpretativas excelsas y las carcajadas incesantes que acompaƱaron su exhibición fueron un canto invencible a la libertad.
Pero la apoteosis llegó con la aparición en escena del propio Boadella, que, por imposible que suene, se superó a sĆ mismo. Se desdobló fĆsica y anĆmicamente ante el pĆŗblico en dos personas distintas a las que llamó respectivamente Ā«AlbertĀ» y Ā«BoadellaĀ», algo asĆ como una hipostĆ”tica dualidad que reflejó dos almas en un cuerpo, dos visiones distintas y complementarias de su entorno y de su conciencia interior, un ejercicio controlado de esquizofrenia teatral que Ćŗnicamente un genio de su talla se puede permitir. Y esa extraƱa pareja, una y dual, sostuvo frente al patio de butacas una conversación chispeante, valiente y sincera que buceó en lo mĆ”s profundo de la condición humana a travĆ©s de su fascinante biografĆa. Un festĆn Ć©tico y estĆ©tico de difĆcil parangón.
Por eso, al llegar a mi casa y encender la televisión para ver el debate central de la campaƱa electoral el contraste fue de tal magnitud, la caĆda desde la cumbre al abismo tan brutal, que sentĆ un vĆ©rtigo amargo y recordĆ© la observación de Ortega cuando seƱaló que la filosofĆa es una cuestión de nivel. Efectivamente, hay muchas cosas relevantes, ademĆ”s de la filosofĆa, que exigen, ante todo, nivel. La ciencia, la literatura, el arte y tambiĆ©n por supuesto la polĆtica requieren preparación, conocimientos, pasión y convicción. El grosero enfrentamiento a bastonazos de Mariano Rajoy y Pedro SĆ”nchez se situó en los estratos mĆ”s bajos de su actividad, en la sima oscura y torpe de lo irrelevante.