Hace un par de meses escribĆ aquĆ mismo que la imprescindible regeneración de nuestra democracia no requiere, a mi entender, ni una āsegunda transiciónā, ni una reforma constitucional, ni ninguna otra iniciativa de gran calado a modo de refundación democrĆ”tica, sino algo mĆ”s modesto, y prĆ”cticamente inĆ©dito entre nosotros: bastarĆa con devolver a la Constitución de 1978 toda su virtualidad originaria, que fue pervertida apenas entró en vigor.La Constitución empezó a tener vigencia el 1979, y el primer golpe que sufrió fue a comienzos de 1980, cuando todos los partidos acordaron dar por vĆ”lido el referĆ©ndum autonómico de AndalucĆa del 28 de febrero. Lo dispuesto era que todas las provincias tenĆan que aprobar el referĆ©ndum por mayorĆa absoluta del censo electoral, y tal cosa no ocurrió en AlmerĆa. Sin embargo, el acuerdo de los partidos para no interponer recurso de inconstitucionalidad permitió que tiempo despuĆ©s se subsanase āsi es que este gatuperio puede llamarse subsanaciónā con un acuerdo parlamentario. Este atropello fue posible porque todavĆa no habĆa sido provisto el flamante cargo de Defensor del Pueblo, que era la Ćŗnica instancia no controlada por los partidos con capacidad de recurrir. Empezamos, pues, rematadamente mal. Luego EspaƱa vivió los aƱos de plomo del terrorismo de la ETA; el PSOE corrompió el instituto de la moción de censura utilizĆ”ndolo para un fin ni siquiera imaginado por el constituyente; los distintos dirigentes de la UCD gobernante presionaron a Adolfo SuĆ”rez hasta favorecer (cuando no directamente provocar) su dimisión; un grupo de militares y guardias civiles cometió un golpe de Estado frustrado, y el presidente Calvo-Sotelo dedicó el aƱo y medio de su Gobierno a dejar a Felipe GonzĆ”lez resueltos los problemas mĆ”s difĆciles que se encontrarĆa cuando ganase unas elecciones cantadas: el juicio del 23-F sentenciado, y EspaƱa ingresada en la OTAN.Y tras la hĆper victoria socialista de octubre de 1982, empezó una tarea metódica, consciente y deliberada de desactivación de los mecanismos de control del Gobierno diseƱados en la Constitución.La primera vĆctima fue el Tribunal Constitucional, sometido a una fortĆsima presión polĆtica tras una expropiación de Rumasa por decreto-ley, con una sentencia que todavĆa hoy mantiene arruinado el prestigio de una institución que nunca empezó a disfrutarlo. La segunda fue el Poder Judicial, cuyo órgano de Gobierno, el Consejo General, quedó en manos de los acuerdos entre partidos, aprovechando la rendija de una mala redacción del artĆculo 122.3. La tercera… a quĆ© seguir.Pero los partidos, que se han quedado el paĆs como su finca, no quieren ver ni por curiosidad cómo funcionarĆa la Constitución sin ser prostituida.
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