Hoy también se celebra el día que no se celebra del hombre. Al menos en los institutos de secundaria, donde los alumnos varones empiezan a responder a esta sobredosis de discurso feminista con un ingenio muy afilado. Por experiencia propia y ajena, esta contestación entre los chicos es, desde hace tiempo, bastante generalizada, y creciendo. Es un efecto rebote o una —ejem— reacción.
En muchos centros educativos se celebran tres días, tres, de la mujer y sus derechos: este 8 de marzo; el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que cae el 25 de noviembre; y también el 11 de febrero, el Día igualmente Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. A cambio, no se celebra ningún día del hombre en las Letras o del varón esquinado o de cualquier otra cosita masculina. El desequilibrio es evidente.
Lo extraño es que esto no se compadece con los datos, que los hay a puñados para pensar que los hombres también merecerían una atención, como reclama heroicamente la profesora María Calvo, o, al menos, una compasión. Su índice de suicidios es mucho más alto, también el de accidentes de trabajo y, sin duda, el de su implicación en trabajos penosos. En el ámbito propiamente educativo, la proporción de fracaso escolar es mayor que el de las chicas. Sin embargo, nadie parece darse por enterado, con la honrosa excepción de Berta González de Vega; y sienta fatal que se diga.
A esos problemas previos, es posible que la concentración en los problemas de las féminas esté sumando otros. ¿Se está creando un entorno educativo tan feminizado que acaba siendo sutilmente hostil a los chicos? ¿Cierta desconfianza sistémica hacia los varones los empuja de alguna manera a las conductas disruptivas? ¿No estamos marcándonos un anti-Goethe sexis? El gran escritor había dicho: «Trata a un ser humano tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser». Fíjense en el desbarajuste psicológico que se producirá cuando se trata a los chicos con unos prejuicios y unas actitudes que los consideran muchísimo peores de lo que son.
Tampoco se les proponen modelos masculinos atractivos, porque la prioridad de los tiempos es presentar modelos femeninos (véanse las grandes cartulinas con mujeres científicas que llenan los pasillos de los IES). Otra prioridad es denunciar a toda costa los peores comportamientos masculinos. Como los hay, está bien la denuncia, pero sin renunciar a la presunción de inocencia. Hay otros muchos comportamientos masculinos bajo el sol y la mayoría son loables. En todo caso, la mejor defensa es un buen ataque, y sería muchísimo más productivo presentar arquetipos masculinos atractivos, nobles, educados, profesionales y viriles.
Ante este panorama, los resultados son más complejos de lo que pueda parecer. Se produce algún brote de reacción machista, gregaria, de comprar la lucha de sexos. Son fácilmente desmontables si los chicos tienen la suerte de recibir una mínima orientación que sepa reírse de la ridiculez de un feminismo obsesivo y les recuerde lo excelentes y estupendas que son las chicas, cosa que ellos tienen bastante presente sin necesidad de que se les indique. Unas mínimas nociones de caballerosidad y galantería son recibidas con interés y desactivan para siempre la antinatural y absurda guerra de sexos.
El otro efecto es más sutil y dará más rabia a las feministas, pero me temo que resulta indiscutible. Por desgracia, puede que muchos chicos se asfixien en este ambiente tan hostil y que otros no encuentren las ayudas necesarias para superar un fracaso escolar que se ceba con ellos. Sin embargo, los que salgan, por un puro darwinismo de selección natural, serán más fuertes y más preparados, más excelentes.
Si gracias a las políticas de cuotas y de estímulos, las mujeres tendrán más fácil acceder a profesiones y puestos de responsabilidad, los hombres que aún así lleguen estarán sobradamente preparados. Psicológicamente, esos chicos tendrán mucha seguridad en sí mismos, del mismo modo que el pez que nada contra la corriente está más musculado. También tendrán humor y mano izquierda. Estarán liberados de todo rencor, pues eso les habría pesado demasiado y arrastrado corriente abajo.
Este artículo no es un alegato machista, ni mucho menos. Esos chicos, porque no han aspirado a otra cosa para ellos mismos, serán capaces de detectar y admirar el talento, el sacrificio, el esfuerzo, la inteligencia y la capacidad de estudio de las mejores mujeres. Que serán, igualmente, las más liberadas de tanta liberación obligatoria y pautada.
Queremos que sobresalgan todos, y haremos lo posible para conseguirlo. Mientras procuramos una educación adecuada para todos, chicas y chicos, y para cada uno, personalizada, no dejemos de alegrarnos de que, frente a las dificultades de todo tipo, se alcen, cada vez más poderosos y alegres, los que las vencen.