«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

De Jesulín a Pedro Sánchez

7 de julio de 2025

En 1994, Jesulín de Ubrique, bajo el lema «Va por ellas», se encerró con seis toros en el coso de Aranjuez ante 9.000 mujeres. La corrida, retransmitida por Antena3, se convirtió en la más vista de la historia. Ante el éxito obtenido, Jesulín repitió el 20 de octubre del año siguiente en el Puerto de Santa María. 14.000 hembras arroparon al diestro gaditano, que cerró su gira, tan plena de lances como de lencería, en Granada. El pasado sábado, en su intervención en el Congreso Federal, Pedro Sánchez, que nada quiere saber de la tauromaquia, pues se trata de una actividad ajena al progresismo que tanto predica, dijo estar dispuesto a «capear el temporal», sin aclarar si lo pretendía hacer por delantales, gaoneras o ejecutando un trincherazo.

La capa, real o metafórica, no es lo único que une al diestro gaditano y al zurdo madrileño. Si Janeiro se rodeó de aquella multitud de mujeres, acaso demasiadas, que diría C Tangana, Sánchez hizo lo propio en un acto, eminentemente sexista, camuflado de feminista. De un feminismo administrado, que diría Sharon Calderón. Un feminismo, ya lo dijo Ábalos en 2020 —«soy feminista porque soy socialista»— conectado de forma biunívoca con Ferraz, lugar en el que Sánchez se encerró, a lo Jesulín, con un puñado de mujeres del partido, entiéndase, del PSOE, para marcar distancias con su entorno más inmediato, el que le convirtió en El uno

Apenas un día después de su baño de estrógenos, saltó la noticia de que otro miembro de su entorno más inmediato, Francisco Salazar, pieza clave para neutralizar a Susana Díaz, al que Sánchez pretendía incorporar a la dirección socialista, acosaba a sus compañeras. Según parece, las «actitudes babosas» del ayatolá de Montellano comenzaron hace años, tiempo en el cual, los canales internos de denuncia estuvieron obturados. 

Ante esa realidad, la imagen de Sánchez aplaudido por un conjunto de compañeras, palidece. El tan comentado narcisismo —«estoy bien»— de Sánchez, encantado de ser aplaudido, sólo es posible si un conjunto de cortesanos, en este caso, de hembras, lo consolidan, pues el socio de EH Bildu no puede pisar la calle sin escuchar insultos o alusiones al mundo canino. Ajenas a esa realidad, las que miraron para otro lado cuando Irene Montero impulsó su nefasta ley del sólo sí es sí, ovacionaron al campeón del feminismo, al capitán al que deben su puesto. Las que, fieles al argumentario que sostiene al «puto amo», repiten al unísono que Salazar ha sido apartado de inmediato, permanecieron, sin embargo, mudas como sobrinas mientras el feminista Ábalos se mantenía en el partido durante más de un año. Las que arroparon a Sánchez y se complacen con la iniciativa «abolicionista» de la prostitución, también han defendido a capa y espada a la contable de unas saunas cuyos clientes no se limitaban a la lectura de las obras de Cavafis. Muchas de ellas se partieron las manos hace años en una interminable ovación a Ábalos, compañero de viaje Pedro Sánchez, que al igual que Yolanda Díaz, palmera mayor del reino, no supo responder a Santiago Abascal cuando este les hizo una pregunta que Jesulín hubiera contestado sin titubear: «¿Qué es una mujer para ustedes?».

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