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Abogado franco-argentino, director del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) en Madrid
Abogado franco-argentino, director del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) en Madrid

De lapidaciones y burkinis

18 de mayo de 2022

Deborah Samuel Yakubu. Recuerden ese nombre. Caerá pronto en el olvido. Nigeria, Estado de Sokoto, 12 de mayo de 2022. Deborah estudia economía. Es cristiana. Otro estudiante la acusa de haberle faltado el respeto al Profeta. Sus compañeros, musulmanes, no lo toleran. La buscan en la escuela en la que se había refugiado. El personal intenta protegerla, en vano. La golpean, la toman y la arrastran afuera. En la calle, la flagelan, la lapidan, la rocían con gasolina y la queman viva. Vociferando ¡Allahu Akbar! Todo ello filmado con sus teléfonos celulares. 

Apenas cuatro días más tarde, a aproximadamente 5.000 kilómetros de Sokoto, en Grenoble, Francia, el alcalde zurdo y ecoloco autoriza el porte del burkini en las piletas municipales de la ciudad. Sin dudas, una retribución para sus votantes. Grenoble es una ciudad carcomida por el comunitarismo islámico, por la violencia y el narcotráfico.

«La lucha feminista consiste en eliminar los códigos de vestimenta para las mujeres en todas partes”, ha afirmado, sin ningún tipo de vergüenza, el alcalde de Grenoble

¿Qué tienen en común tales hechos? Mucho. En Sokoto rige la ley de la Sharia. En Europa, organizaciones fundamentalistas del Islam, como la de los Hermanos Musulmanes por citar sólo una, obran sin cesar para su advenimiento. En algunas ciudades del Reino Unido, Dinamarca, Suecia o Alemania, ya se aplica sin tapujos. 

«La lucha feminista consiste en eliminar los códigos de vestimenta para las mujeres en todas partes” ha afirmado, sin ningún tipo de vergüenza, el alcalde de Grenoble a la hora de justificar su iniciativa

Esas organizaciones utilizan, como lo recuerda Alexandre del Valle, “las estrategias comunitaristas de islamización y campañas de demostración de fuerza a partir de impactos espectaculares en la opinión pública francesa, por medio del escándalo mediático y del «discurso victimista». 

¿Su objetivo? Está escrito: «El éxito de una minoría musulmana es convertirse, un día más o menos lejano, en una mayoría. Este fenómeno se realiza no por la fuerza, sino por un efecto de asimilación recíproca entre la mayoría no islámica y la minoría islámica, aceptando la mayoría, poco a poco, la moral y la religión islámicas y acabando por identificarse con el Islam” (Alí Kettani). 

No faltará nunca la cercanía de un barbudo vigilante para recordarle a la feminista, de ser necesario con violencia, que su libertinaje no es tolerado

«La lucha feminista consiste en eliminar los códigos de vestimenta para las mujeres en todas partes”, ha afirmado, sin ningún tipo de vergüenza, el alcalde de Grenoble a la hora de justificar su iniciativa. Eliminar los códigos, había que imaginarlo para imponer el burkini. 

Porque de sobra se sabe cómo terminará la obra. Lo que empieza por autorizarse termina por imponerse, como ocurre hoy con el velo islámico. En algunos barrios de Francia, las mujeres lo llevan únicamente para evitar terminar como Deborah. Igual pasará con el burkini. Toda mujer que quiera bañarse en Grenoble deberá llevar uno para no herir la susceptibilidad islámica.    

De postre, al mismo tiempo que se autorizó el burkini, en nombre del principio de igualdad, se autorizó también que las mujeres que así lo deseen puedan retirar sus corpiños en las piscinas. Senos al aire. Al igual que los hombres. Todo ello en lenguaje inclusivo, por supuesto. Si no fuera porque es grave, hasta pareciera cómico el asunto. 

Menuda rosca va a armarse en Grenoble con tales concesiones. Todos sabemos por adelantado quién ganará la contienda entre la mujer sumisa del Islam y la feminista liberada. No faltará nunca la cercanía de un barbudo vigilante para recordarle a la feminista, de ser necesario con violencia, que su libertinaje no es tolerado por el Islam. 

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