Cualquiera que hubiera leido las primeras 80 páginas de su libro ‘Ahora, cambio de rumbo’, a principios de 2012, y que haya seguido esta legislatura, podría deducir ahora un desencuentro notable entre Alejo Vidal-Quadras y el PP. O al revés. Ahora ficha por Vox.
Basta transcribir los dos últimos párrafos del librito -breve pero enjundioso- del eurodiputado Alejo Vidal-Quadras, dejando aparte las ponencias y conferencias que se incluyeron al final.
Aquí van: «El diagnóstico de esta España que emerge de unas elecciones decisivas (las del 20 de noviembre de 2011, que ganó Mariano Rajoy) no puede ser más halagüeño-. Hemos de devolver a nuestros compatriotas la fe en España, la cohesión y la autoestima perdidas. Hemos de vivir acogidos a referencias seguras -el trabajo, la unidad, el esfuerzo, la austeridad, la honradez, el altruismo y el patriotismo-, que el socialismo doctrinario y el nacionalismo excluyente han erosionado sin descanso».
«Y estas referencias han de ganar vigencia en el discurso y en la acción políticos, en el sistema educativo y en los medios de comunicación. La sociedad civil se ha de movilizar para controlar a la clase política y para que sean políticos adheridos a estos valores los que desempeñen las responsabilidades de gobierno y de representación».
Basta trascribir estos párrafos para deducir que la decisión de Vidal-Quadras se ha tomado en una clave de mayor alcance que la meramente econòmica. También la económica, pero no sólo la económica.
“¡Es la economía, estúpido!»: hemos oído numerosas ocasiones esta célebre frase de James Carville, asesor de Bill Clinton en la campaña que en 1992 le impulsó desde Arkansas hasta la Casa Blanca, descolocando a George Bush senior, que se volcaba en la política exterior.
Pues bien, ahora podemos afimar que no sólo es la economía, aunque también. ¿Estamos mejor que hace dos años? Desde luego. Pero a la gestión no se añade la ilusión, ni la Política con mayúsculas, ni el compromiso con los ciudadanos, ni -sobre todo- los principios. Al menos por ahora. Demasiada gente desilusionada. La batalla promete. Y es de altos vuelos.