«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Enrique GarcĆ­a-MĆ”iquez (Murcia, pero Puerto de Santa MarĆ­a, 1969). Estudió Derecho en la Universidad Navarra y lo enseƱa en un instituto de secundaria de Puerto Real. Ha publicado seis libros de poesĆ­a, recogidos en 'Verbigracia' (2022), tres dietarios (el mĆ”s reciente, 'Un largo etcĆ©tera', 2017), tres colecciones de sus columnas periodĆ­sticas (la Ćŗltima, 'El burro flautista', 2019), dos libros de aforismos, 'Palomas y serpientes' (2016) y 'El vaso medio lleno' (2021). Ha traducido a Mario Quintana, a G. K. Chesterton, en prosa y en verso, y el TomĆ”s Moro, de William Shakespeare, nada menos, y de otros. Codirigió la revista literaria ā€œNadie parecĆ­aā€.

BiografĆ­a

Enrique GarcĆ­a-MĆ”iquez (Murcia, pero Puerto de Santa MarĆ­a, 1969). Estudió Derecho en la Universidad Navarra y lo enseƱa en un instituto de secundaria de Puerto Real. Ha publicado seis libros de poesĆ­a, recogidos en 'Verbigracia' (2022), tres dietarios (el mĆ”s reciente, 'Un largo etcĆ©tera', 2017), tres colecciones de sus columnas periodĆ­sticas (la Ćŗltima, 'El burro flautista', 2019), dos libros de aforismos, 'Palomas y serpientes' (2016) y 'El vaso medio lleno' (2021). Ha traducido a Mario Quintana, a G. K. Chesterton, en prosa y en verso, y el TomĆ”s Moro, de William Shakespeare, nada menos, y de otros. Codirigió la revista literaria ā€œNadie parecĆ­aā€.

Decisión de la mujer

29 de junio de 2022

Me encanta el olor a debate abierto por la mañana. Me asfixian los discursos silenciados y me irritan los grititos escandalizados cuando alguien sugiere lo mínimo que no esté de acuerdo con la opinión oficial. Y ja, ja, ja, esos vahídos subsiguientes (ay, las sales para la señora o para el caballerete postmoderno) cuando alguien dice algo escandaloso, no sé, como que la hierba es verde. La sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos permite que varios estados hayan aprobado, con el legítimo respaldo democrÔtico de sus mayorías, leyes que defienden la vida, lo que salvarÔ muchas. Y de paso ha posibilitado que reverdezca el debate sobre el aborto en todo el mundo.

Yo también tengo una frase que me pone los pelos como escarpias: la del hombre que afirma que el aborto es «una decisión exclusiva de la mujer»

Argumentos puramente científicos, como los que aporta la biología molecular, que demuestra que hay vida humana única desde el primer momento, vuelven a ponerse sobre la mesa como recién descubiertos. Y también muchos argumentos mÔs estéticos, vivenciales, emocionales o políticos, incluso. Todos estÔn bien, porque una verdad no tiene precio y una vida tiene un valor infinito y, por tanto, no hay razón, de la razón o del corazón, que esté de mÔs ante una cuestión tan literalmente vital.

Con el debate se levantan ampollas y la gente, animada por el jaleo, se lanza a reflexionar por cuenta propia. Ya he oído a varias amigas indignadas porque se hable de «las mujeres» como si todas fuesen un colectivo sin fisuras perjudicado por la defensa de la vida. Primero, porque lo que las perjudica es el aborto; pero también porque ellas no son ningún colectivo unÔnime.

Yo tambiĆ©n tengo una frase que me pone los pelos como escarpias: la del hombre que afirma que el aborto es Ā«una decisión exclusiva de la mujerĀ». Me espanta su latente machismo, probablemente inconsciente, como son la mayorĆ­a de los tics heteropatriarcales, segĆŗn dicen las feministas. 

AnalicĆ©moslo de cerca. Casi todo el mundo asume (salvo un puƱado de fanĆ”ticos) que el aborto es una tragedia y que causa un trauma prĆ”cticamente imborrable en quien pasa por Ć©l. No parece lo mĆ”s caballeroso decir en ese momento de angustia a una mujer o a una chica muy joven que es su decisión. Ea. Hay una clara analogĆ­a con la escena de Pilato lavĆ”ndose las manos. Como el aborto es, se quiera o no, sucio y duro, el hombre mira condescendientemente para otro lado. Aunque lo hace, eso sĆ­, con la excusa de un respeto infinito… a quien se deja sola ante el drama.

Creo que el efecto de otorgar la decisión del aborto a las mujeres en exclusividad es consagrar la irresponsabilidad del varón

Por mi experiencia, cada vez que alguien me dice que algo es mi decisión, me siento ligeramente abandonado. Si me dan a elegir, prefiero consejo, apoyo, asesoramiento, compaƱƭa… Todo eso, y no un frĆ­o: Ā«Con tu pan te lo comasĀ».

Esto puede ser subjetivo y depender de mi sensibilidad lingüística o social, pero creo que el efecto de otorgar la decisión del aborto a las mujeres en exclusividad es consagrar la irresponsabilidad del varón. Si se produce el aborto, porque se le deja el muerto exclusivamente a la mujer. Y si felizmente se llega al nacimiento del bebé (oh, felicidades), porque la decisión exclusiva de ella tuvo mÔs fuerza que el mismo acto de engendrarlo entre dos. La posibilidad de eliminarlo o no en manos de la mujer deposita moralmente en sus manos exclusivas el fruto de su decisión de seguir adelante o no.

El que verdaderamente estÔ involucrado en el aborto es el feto. A él debería corresponder, pues, la última decisión

Hay otro ingrediente en el tópico: el individualismo absoluto, tanto de la mujer como del hombre. Aquella se queda sola con la decisión y él se escaquea libre, y muy satisfecho de sí mismo por lo comprensivo y progresista que es, oh.

En realidad, nunca estamos solos, y las decisiones se deberĆ­an tomar entre todos los interesados. Pero Āæalguien tendrĆ” que tener la Ćŗltima palabra, no? Por supuesto, no podemos decidirlo todo por votación o por consenso. La decisión, en Ćŗltima instancia, tendrĆ­a que ser de la parte mĆ”s comprometida. Recuerdo un viejo chascarrillo que decĆ­a que en unos huevos fritos con bacon, la gallina no se comprometĆ­a, sino que colaboraba, mientras que quien se comprometĆ­a del todo era el cerdo. No es de muy buen gusto traerlo aquĆ­, pero nada con el aborto lo es. El que verdaderamente estĆ” involucrado en el aborto es el feto. A Ć©l deberĆ­a corresponder, pues, la Ćŗltima decisión. ĀæQuiere vivir? SĆ­, el nasciturus siempre quiere. Ɖl, tan chiquitito, sabe bien que no es una decisión sólo de la mujer.

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