«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Del Día de la Raza al 15M

14 de octubre de 2024

Era previsible que el Día de la Raza, rebautizado en tiempos felipistas como Fiesta Nacional de España y conocido popularmente como Día de la Hispanidad, exhibiera, una vez más, los manidos argumentos de la Leyenda Negra y de su reverso rosado. Mientras los partidarios del #Nadaquecelebrar se han refocilado chapoteando en el supuesto charco de sangre que, para ellos, fue el Imperio español, los cultivadores de la leyenda dorada han presentado poco menos que una Arcadia hispánica igualitaria en la que no existía la esclavitud. Ambas posturas, que cabe insertar en un eterno contraria sunt circa eadem, se repetirán puntualmente dentro de un año.

De entre las manifestaciones públicas, todas ellas expresadas en un perfecto español, me llamaron la atención las proferidas por Ione Belarra, a la que la cámara, para disgusto de la pamplonesa, sigue sin querer. En la red social X, la diputada se desahogó de este modo: «España no se merece que el día que nos celebramos como país conmemore un genocidio y el saqueo de un pueblo hermano. Es el momento de reparar el daño y cambiar la celebración a otro día del que podamos estar orgullosas, como el 15M».

El mensaje no tiene desperdicio. Por un lado, la Belarra, al contrario de lo que le ocurría a Pablo Iglesias, es perfectamente capaz de decir «España», evitando así la expresión preferida por el franquismo y por sus amigos, los de la navarra, secesionistas: «Estado español». Sin embargo, el reconocimiento de una realidad nombrada de forma tan sonora («España») vino acompañado del término «país», antecedido por un «nos» que dice pertenencia o posesión común. Elección consciente, sin duda, la de doña Ione, que niega a España la condición de «nación», en coherencia con su idea de una España plurinacional.

Unitaria o plurinacional, esa España, la que le paga su sueldo desde hace tiempo, debe abjurar de un pasado reducido al genocidio y al saqueo de «un pueblo hermano». He aquí otro de los hitos de su mensaje, pues, ¿de qué pueblo estará hablando Belarra? La respuesta sólo puede ser una: la eurodiputada, a despecho de la arqueología, la cronística y la genética, considera que el mundo prehispánico estaba constituido por un pueblo. O lo que es lo mismo, Belarra se ha tragado enterito el mito del indígena, la ficción literaria, incluso evangélica, por su carga lascasiana, del buen salvaje. Nada nuevo bajo el sol podemita, por otro lado. Ese pretendido pueblo saqueado sería, además, «hermano», lo cual nos lleva a preguntarnos ¿por qué tan estrecho grado de parentesco? Dada la cortedad, en cuanto a lo extensivo, del mensaje, sólo podemos especular con la contestación a ese interrogante. Acaso somos hermanos por compartir vínculos culturales, lingüísticos, principalmente. ¿Acaso la fraternidad iría dirigida contra otros imperialismos? ¿El yanqui, por ejemplo? Nada sabemos.

Detectado el problema (genocidio y saqueo), ha llegado la hora de la reparación. Sin embargo, doña Ione nada nos dice del modo según el cual la España actual debería resarcir al «pueblo hermano», hoy cuarteado en naciones, a menudo enfrentadas entre sí, con líderes (Maduro vs Milei) antagónicos en cuanto a sus políticas y a la propia percepción del pasado. Sin que se atisbe nada que no sea autodesprecio, desde el mundo podemita apuntan a una solución acompañada de una dosis de orgullo de consumo interno: sustituir el 12O por el 15M.

El año que viene, más.

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