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Democracia y fraude electoral en Melilla

21 de mayo de 2023

Aunque pueda resultar anodina y cansada una campaña electoral con tantos frentes como municipios, están sucediendo cosas tan importantes como extrañas. No porque no sucediesen antes, como hemos descubierto, sino porque cuanto más graves y evidentes resultan las anomalías democráticas, menor es el escándalo público de los demócratas oficialistas voxexcluyentes. 

Se ha normalizado el acoso y las agresiones a simpatizantes de VOX, incluso el estilo tribal del ataque en Marinaleda. EH Bildu ha incluido en sus listas a 44 condenados por terrorismo —siete por asesinato—. Al parecer sucedía desde el 2014, pero esta evidencia no ha terminado ni siquiera con el intento de ilegalización por la Ley de Partidos, sino con la acusación de radicales antidemócratas a los de Abascal por solicitar la aplicación de dicha ley. La democracia sensata y moderada es callar y no reformar nada «aceptar con naturalidad democrática que Bildu esté en las instituciones porque ETA fue derrotada», dice Borja Sémper junto a Feijóo. Extraña derrota que les otorgó más poder social, institucional y sueldos públicos que a los «vencedores», después de asesinar a 853 españoles, claro. La violencia es un actor no muy secundario de nuestra perfecta democracia con consecuencias importantes. Circulen, aquí no pasa nada. El mantra del perdedor que necesita convencerse y engañarse para no aceptar la responsabilidad en los errores, la colaboración o la inacción en su derrota. 

Se niega la realidad para mantener la mentira de la democracia que nos han impuesto, aquella en la que sólo tiene cabida la izquierda y el delito. Por eso se minimiza el escándalo del fraude electoral en Melilla del voto por correo. La policía investiga que una organización, o varias, asaltaban carteros y ofrecían dinero para solicitar el voto por correo. El fraude masivo se podía efectuar porque en el momento de depositarlo en las oficinas de Correos no pedían identificación alguna y una persona podía enviar incluso varios votos. El intento de fraude relacionado con el CPM, el otro partido musulmán, afectaba a más de un tercio de la masa electoral. Alrededor de 10 de los 25 concejales que conforman la Asamblea de Melilla. Es extraño que este grave delito democrático se haya detenido gracias a la denuncia ante la Junta Electoral del partido al que el resto acusan de peligro para la democracia.

Este escándalo no es mencionado en los medios del régimen, por nuestro bien. Es un sistema de derechos y libertades un tanto peculiar. Tampoco nadie del Gobierno ha dado explicaciones, ni para anunciar medidas que puedan garantizar la seguridad del voto por correo. Nadie ha solicitado el cese del presidente de Correos. Nada. Circulen. No sean conspiranoicos por creer que pueda pasar lo que ya ha pasado en varias ocasiones. Asuman como costumbre democrática propia de la idiosincrasia de la población en Melilla el fraude electoral. El líder del CPM, el mismo investigado en la actualidad, y el del PSOE fueron condenados a dos años de prisión (sin ingreso) en 2021 por cometer fraude en las elecciones del 2008 a cambio de puestos en planes de empleo —peor fue lo de Griñán—. En el 2019, el PP allí fue grabado negociando la compra de lotes de votos. Pero todo es una simple falla sin importancia en el sistema de votación sobre la que hay que guardar silencio y no exigir reformas.

Un discurso que rebosa un fanatismo hipnotizado supuestamente en favor de la democracia, ese sustituto de la religión para muchos. Dudar, buscar la verdad, no son valores de este sistema de creencias que requiere un acto de fe suicida, que no de salvación. El silencio y la ignorancia del votante lo fortalecen. Denunciar fallos para evitarlos es una herejía peligrosa que pone en peligro el sistema. Lo importante nunca fue la democracia, sino decidir quién es demócrata para mantener la superioridad y el poder corrompido.

La democracia tiene muchas ventajas teóricas, pero para que funcionen en la práctica es necesario que la sociedad esté gobernada por valores verdaderos. La idea de patria como valor hace que las sociedades se encaucen a unos mismos objetivos compartidos de bienestar común. Un individualismo en venta es el reflejo de la falta de confianza en ese destino de todos que es España. En Melilla hay una sociedad donde la mitad de su electorado se siente identificada con la identidad de otra nación y, por tanto, con sus intereses. El patriotismo es aconsejable en el votante e imprescindible en el dirigente. Si el fraude se hubiese llevado a cabo estaría todo preparado para efectuar un referéndum de anexión a Marruecos a la vez que se permitirían los de secesión de otras partes del territorio español. 

Pero quizá aún estemos a tiempo de dificultar estos planes. Es necesario acudir masivamente a las urnas el domingo. Es seguro y vital hacerlo ante el interés mostrado por corruptos en ganarlas. Sólo así podremos recordar que España es más grande que estos tiempos convulsos que vivimos.

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