«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Depresiones de septiembre

3 de septiembre de 2014

Aunque no apetezca mucho, durante el verano hay que recetarse el periódico un par de veces por semana, no en plan aguafiestas, qué va, sino como medicina preventiva, porque si la realidad se presenta de golpe el solaz en las tumbonas se transforma muy rápido en oscuro abatimiento. De hecho esa es la razón de las depresiones postvacacionales, que nos despertamos de agosto y Montoro continúa allí, un terrorista recoge acta de diputado en el parlamento vasco, y la primavera árabe ahora es un califato de pesadilla. Pues si te pilla todo esto de sorpresa, cuando aún no has olvidado el rumor del oleaje, lo lógico es que te muerda el perro negro, que es como Churchill llamaba a las depresiones.

Ladren lo que ladren las noticias tampoco hay que afiliarse al universo de lo triste, al revés, las cosas están lo suficientemente mal como para poder reírse, e incluso debiéramos abandonarnos un poco en brazos de la despreocupación, en plan lirios del campo -ya saben- los que no hacen nada de nada y alguien les da de comer y les viste, como si fueran sindicalistas liberados.

Pero claro, la vida nuestra, tan llena de cables, de prisas y de impuestos -sobre todo de impuestos, Montoro vete ya- nos hace dificilísimo leer en verso, dar paseos vespertinos, y perder el tiempo contemplando la luna o la ingeniería de los hormigueros, cosas absolutamente imprescindibles para que un individuo pueda asemejarse a un lirio. Siempre tenemos un llamada pendiente, o treinta y cuatro mensajes nuevos en los grupos de whatsap. Quizá lo más horroroso de nuestro siglo sea este asesinato tecnológico de la melancolía, de la indolencia con ínfulas artísticas, del placentero no hacer nada, todo ello incompatible con la conexión al mundo por medio de banda ancha. Houellebecq dice en su secuestro fake que para la literatura es importante aburrirse, que te aburres mucho y se te ocurren cosas. Por eso, porque no hay manera de aburrirse si tienes cobertura, la literatura está hoy bastante enferma, y realmente secuestrada por comerciales hiperactivos. Los que divinizan la técnica, la innovación y el desarrollo, creen que las pantallas van a salvarnos del desastre. Ellos ahogan su vacíos personales entre lucecitas y pitidos, y se protegen de la realidad con un cristal que les proporciona juegos virtuales y grandes dosis de tecnopornografía. De esto último se sienten muy orgullosos, porque dicen que se ha democratizado la sicalipsis -como si gracias a esos foros sépticos los pervertidos se fueran a sentir menos solos-. Cuidado, tampoco se trata de demonizar al aire acondicionado, me limito a describir un tipo social -muy influyente- que entiende que Dios no es trino sino binario. Y sin más filosofías, en definitiva, que al perro negro de septiembre hay que espantarlo apagando el teléfono.

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