«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Desmovilización

13 de noviembre de 2023

Durante una lluviosa jornada, en un hotel de Bruselas, el fontanero mayor del PSOE se plegó a las principales exigencias del golpista Puigdemont al que los socialdemócratas, tal es su servilismo, han llegado a llamar president. Si el clamor de la calle o alguna toga limpia de polvo caminero no lo impide, el fugado regresará a Cataluña cómodamente sentado en un sillón del que se levantará para disputar el de la Generalidad, en el que acaso plante sus posaderas, no diremos reales, el PSC, verdadero manejador de la política española, que quizá acabe siendo el mayor beneficiado de la pugna entre Puigdemont y Junqueras. Lejos queda su huida, en el interior en un maletero, a la Europa que le ha arropado. Una fuga, por cierto, no detectada por los servicios secretos del Estado opresor.

Se cerrará así un paréntesis de más de seis años, en los cuales, el de Amer se rodeó de una pequeña corte configurada por un sincopado trovador, algún que otro bufón e incluso una giganta que también se beneficiará de la barra libre pagada por todos y servida por Sánchez. Un periodo de tiempo en el que el golpista fomentó aquello que ya denunciara Julián Juderías hace más de un siglo, cuando dijo que España, desde la perspectiva de la Europa sublime, constituía «desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupos de las naciones europeas». El daño hecho por los agentes lazis es enorme. La respuesta de nuestra diplomacia, hipotecada por sus muchas deudas dactilares, tibia.

Como digo, falta por ver si los mecanismos judiciales pueden bloquear el golpe de Estado que, nacido en Cataluña, se ha llevado a Madrid, lugar en el que opera esa coordinadora de secesionistas, terroristas blanqueados y corruptos de diverso pelaje, llamada PSOE. Con el acuerdo firmado, corresponde ahora a Sánchez controlar los votos de aquéllos que le deben el puesto; a la prensa subvencionada buscar fórmulas publicitarias y cargar de razones a aquellos que están ávidos de ellas para aceptar semejante atropello no democrático, sino nacional; y a los sindicatos patrocinados, hallar un reclamo laboral para que sus liberados toquen a rebato e impidan ver lo evidente: que esas organizaciones están involucradas en una balcanización que también lo es de esa clase obrera que dicen defender.

Falta, por el contrario, ver el efecto que tienen los pronunciamientos de aquellos gremios funcionariales aún no contaminados por el autonomismo que, desde hace demasiado tiempo, han asumido su maniquea división en «progresistas» y «conservadores» sin reparar en la evidencia de que su propia existencia y fortaleza están ligadas a la del Estado con el que mercadea Sánchez. Falta, por último, ver los efectos que produce, pues no todo el poder se ejerce de manera descendente, por muy despótico e invulnerable que este parezca, una movilización callejera constante que necesita verse complementada por su contrario, por una total desmovilización productiva: por una huelga general que paralice España.

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