Si Pablo Iglesias se ha atrevido a lanzar en un mitin esa imprecación, tan española, tan iberoamericana y tan iberoesférica, para apuntalar su asombrosa, aunque nada sorprendente confesión de que entre la libertad y el comunismo él se queda con el segundo, ¿porqué no voy a utilizarla yo en el Día de la Madre, que es cuando escribo esta columna que aparece veinticuatro horas después?
Lo escandaloso de mi latiguillo no es, por supuesto, la mención de parte de las partes pudendas de la virilidad, puesto que cojones, en su acepción figurada, tienen o pueden tener también las mujeres (Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio, por ejemplo, los tienen, como en su día los tuvo la Thatcher), sino la alusión a un concepto sacramental que los progres ofendiditos, los neocomunistas, los lectores de Galeano, los palmeros de Maduro y los antifas, los okupas, los pirrakas y los bukaneros, entre tantos otros miembros de esas tribus que escriben Vallekas con ka, calificarán de supremacista, de kolonialista, inclusive de esklavista y, naturalmente, de fascista.
Somos hijos de la misma madre, que han nacido o siguen naciendo, viven, trabajan y probablemente morirán, cuanto más tarde mejor y ojalá que no sea de coronavirus, en los países de la Iberosfera
Ayer, decía, fue el Día de la Madre, y bien está, aunque mejor sería celebrar el Día de las Buenas Madres, pues también las hay malas, y no ya mala, sino pésima, suele ser para los hijos y para toda la familia la gestión de la maternidad en tales casos. Resulta curioso y siempre me ha llamado la atención que aquí, en España, que es donde yo, ciudadano de la Iberosfera, nací, vivo, escribo y probablemente moriré, es rarísimo escuchar o leer lo de Madre Patria, mientras, en cambio, esa expresión es frecuente, y casi nunca en tono peyorativo, en labios de todas esas gentes hermanas, pues somos hijos de la misma madre, que han nacido o siguen naciendo, viven, trabajan y probablemente morirán, cuanto más tarde mejor y ojalá que no sea de coronavirus, en los países de la Iberosfera de Ultramar. Allí son muy pocos los que se avergüenzan del origen geográfico, histórico, religioso, cultural y, sólo en parte, demográfico de una parte, muy extensa y no menos intensa, del mundo que habla, escribe y se expresa en español. ¿La lengua del Imperio? No, por favor. La lengua de los juglares y de los clérigos, la lengua de los príncipes y los mendigos, la lengua del pueblo llano y de los humanistas, la lengua de Cervantes, del Inca Garcilaso, de Sor Juana, del Martín Fierro, de Borges, de Vargas Llosa, de las Crónicas de Indias… La lengua, también, mal que en vida les pesara, de Galeano, de Fidel y de Chávez.
Quiero rendir homenaje a todas las buenas madres y, entre ellas, sin que me duelan prendas y sin por ello renunciar, cuando menester sea, al espíritu crítico, a la Madre Patria
Yo, en tal día como hoy, aunque ya sea mañana, quiero rendir homenaje a todas las buenas madres y, entre ellas, sin que me duelan prendas y sin por ello renunciar, cuando menester sea, al espíritu crítico, a la Madre Patria, qué cojones, y lo rindo en vísperas de una jornada electoral en la que mis paisanos, voten a quien voten, y mal que me pese en los casos en los que ese voto no coincida con el mío, votarán en español.
Permítanme que concluya con una estampa estrictamente personal. Cuando yo era niño siempre recitaba en presencia de mi madre, al llegar su Día, que en aquella época era el de la Inmaculada, los versos de una escritora que era chilena y se llamaba Gabriela Mistral. Le habían dado el premio Nobel. Yo los había aprendí en el colegio. Aquel poema empezaba diciendo: «Madre, cuando sea grande, ¡vaya mozo el que tendrás! / ¡Te levantaré en brazos como el viento alza el trigal!».
No sólo mozo, sino viejo ya soy, y hace veinte años que murió mi madre, pero no he olvidado aquellos versos que Gabriela Mistral había escrito en mi lengua madre, que también era la suya. Los recité, por última vez, en el cementerio de la Almudena, el día que enterraron a quien tantas veces, en vida, los había escuchado.
¡Feliz Día de las Buenas Madres, feliz Día de mi Madre y feliz Día, qué cojones, de la Madre Patria! Les pido que voten pensando en ella.