«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Dicotomías sin salida

17 de junio de 2023

La política, como tantas otras cosas, está llena de alternativas, dicotomías, que hacen difícil elegir un punto moderado entre los extremos excluyentes. Los azares históricos nos impelen a evitar el bipartidismo, tenido como ideal para el sistema parlamentario en las Cortes españolas. En ellas pulula una veintena de «formaciones políticas», si bien muchas de ellas no son más que grupos de presión de los nuevos caciques. Ante esa realidad, cierto es que algún partidillo desparece, pero en seguida se funda otro nuevo desgajado del tronco anterior.

Los dirigentes del PP repiten la cantinela de que aspiran a gobernar «en solitario». Lo cual es matemáticamente imposible. Los deseos que no pueden satisfacerse se convierten en frustraciones. Ya se sabe «la frustración genera agresión», según el apotegma de los psiquiatras. A los peperos se les atraganta pactar con sus primos de VOX porque los odian. Es un sentimiento hondo por ser «familiar». Ya se sabe: las desavenencias entre parientes son difíciles de superar; entre otras cosas, porque no suelen hacerse explícitas. Empero, al final se ha impuesto la razón. El PP y VOX acuerdan gobernar juntos… cuando fuere menester.

Otra dicotomía de imposible resolución es llegar a acuerdos de Gobierno entre partidos dizque nacionales y otros descaradamente separatistas. Es lo que ahora tenemos; o mejor, padecemos. Se trata de una conjunción contra natura y, por tanto, estéril. En todo caso salen ganado las facciones secesionistas y pierde el PSOE. Al cual se le presenta una nueva opción: fagocitar a la extrema izquierda, heredera del comunismo con un toque latinoamericano, o bien volver a las esencias «obreras y españolas». Ninguno de los dos polos es hacedero. Por tanto, el viejo PSOE se desintegra.

Cabe una dicotomía más profunda para el partido que vaya a gobernar: seguir o no con el trágala de la retórica woke: Agenda 2030 y demás faramalla. La alternativa es la de plantarse y reconocer las esencias nacionales, que ahora dicen «soberanistas» con notable abuso del término. La primera salida supone resignarse a seguir con la actual dependencia de los Estados Unidos de América. La segunda es la más gallarda y difícil. Implicaría aceptar los presupuestos ideológicos de VOX, anatema para el resto de las fuerzas políticas. Menos mal que existe el precedente de Italia, el país más cercano a nuestra estructura política y social.

El progreso de nuestra civilización occidental se ha basado en el desarrollo de las ciudades, ejemplo de la riqueza que produce la diversidad cultural y la división del trabajo. Empero, ahora se nos echa encima la locura de «la ciudad en 15 minutos». Consiste en un diseño urbano para regresar al arcaísmo de vivir, trabajar y divertirse en un radio de un círculo que se traviesa en 15 minutos. A poder ser tal movimiento ha de hacerse caminando o en bicicleta. La ideíca no puede ser más pueril. Supondría la desurbanización, retroceder a un esquema periclitado de feudos y aldeas. No se entiende bien cómo es que una propuesta tan insustancial se debata en serio. Ya se sabe: a cualquier cosa llaman chocolate las patronas.

Los casos citados llevan a la impresión de que no hay una salida tranquila para el inmediato futuro de la política española. Se encuentra dando vueltas por el laberinto de sus vacuas disquisiciones. Puede que la clave sea la selección de los gobernantes, que se ha hecho al revés: se ha escogido a los menos capaces. No hace falta dar nombres y apellidos; llenan los telediarios.   

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