«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

Divide y vencerás

1 de febrero de 2023

La táctica comunista consistente en apelar a la lucha de clases sigue siendo eficaz en algunos casos, pero hace tiempo que es ineficaz cuando intenta penetrar en las clases medias. Berlinguer lo entendió perfectamente cuando se sacó de la manga el eurocomunismo y condenó en 1980 la invasión soviética de Afganistán, cosa que acabaría con la ruptura completa entre el PCI italiano y el PCUS. En España, Carrillo se apuntó al aggiornamento comunista en un país, el nuestro, que todavía recordaba vívidamente los crímenes perpetrados por el comunismo.

Desde entonces la estrategia comunista se ha orientado hacia la atomización de la reivindicación, parcelándola para ofrecer un rostro más amable ante la sociedad y, sobre todo, para esconder la ideología que hay detrás. Ecologismo, feminismo, ruralismo, racismo, reivindicaciones de la juventud, de la tercera edad, vivienda, asociacionismo en los barrios, consumo… todo para mantener oculto el mismo mensaje totalitario, escondiéndolo detrás de un prisma que parece polifacético, pero no lo es.

Al NOM eso le conviene extraordinariamente, porque de esta manera nadie se preocupa en averiguar que hay detrás de Greta, salvar las ballenas, las políticas de género, la destrucción de las señeras naciones-estado, bien subsumiendo su autoritas por arriba en organismos supranacionales, bien por abajo disgregándolas en reinos de taifas, del falso buenismo con la inmigración, etc., sin que apenas se perciba el hilo que las une a todas. Pero fíjense en quien acude a las manifestaciones que convocan día sí, día también, las asociaciones que conforman un mar de siglas realmente indigesto y que dicen ocuparse de cosas tan dispares. Verán siempre una bandera roja con la hoz y el martillo. O dos. O incluso tres. Verán sujetando la pancarta a algún dirigente podemita o afín. Verán cómo, al fin y a la postre, siempre son los mismos pero con diferentes eslóganes. El éxito de la estrategia de Berlinguer al proponer alianzas entre partidos de la sinistra obedecía a algo muy concreto: sabía que la marca comunismo no vendía y tenían que sustituirla por arcos iris, por flores banales, por consignas como el cierre de las nucleares, la paz y la oposición a la NATO. Mientras tanto, evidentemente, el Pacto de Varsovia proseguía y las nucleares se multiplicaban por la URSS. Ahora todo sigue igual. No queremos armas, los países árabes son amigos nuestros, Israel es un Estado malvado que debe perecer, Rusia es nuestra amiga y, como dijo Pablo Iglesias en una reciente clase, «la ventaja que tiene China es que no ha de convocar elecciones».

Es la mejor definición de esa política comunista que se fundamenta en dividir a la sociedad en átomos para poder controlarnos mejor. No quieren que vayamos unidos con un mismo propósito y en una misma dirección. Nos quieren extraviados en un laberinto artificial, prestos a ser pescados en su red totalitaria. Son los de siempre, pero vestidos a la última moda, que nadie se engañe.

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