Mujeres comunes, pero con historias muy diferentes.
Una, Gloria Cecilia Narváez, colombiana de provincia, proviene de una familia donde los principios y valores en la fe católica le fueron inculcados desde niña, lo que perfiló su vocación religiosa y entrega a los más necesitados. Una visión trascendente donde el servicio a los otros construye el camino para la vida eterna.
La otra, la mexicana Emma Coronel, nacida dentro de un clan dedicado a la corrupción y al tráfico de drogas. Para su familia y para ella, lo sustantivo era hacerse de lujos y dinero a costa de lo que fuere. Lo importante: la acumulación de riqueza para el disfrute de los placeres mundanos que solo pueden exhibir entre sus íntimos. Riquezas que no se podrán llevar ni a la cárcel ni a la tumba. Terminará sus días sin siquiera tener la esperanza que exista algo mas allá que sobrepase la muerte.
La Fe
El año 2017 será inolvidable para ambas.
El 7 de febrero de ese año Gloria se encontraba en Karangasso, al sur de Mali trabajando como misionera. Durante sus 37 años como religiosa ya lo había hecho, primero en su país y luego en Ecuador y México hasta llegar a África donde -junto a otras hermanas de la Congregración Franciscana de María Inmaculada- se ocupaba de la promoción de la mujer, enseñándolas a leer, bordar y coser, así como de atender el centro de salud y a niños abandonados. Entraba la noche de ese 7 de febrero cuando 4 sujetos miembros de un grupo yihadista de Al Qaeda irrumpieron en la casa y arrestaron a una de las monjas de la comunidad. Gloria, se interpuso diciéndoles: “Soy la mayor, la encargada, llévenme a mi, déjenlas a ellas”.
Cuatro años y ocho meses transcurrieron desde ese momento. Días y noches viajando encadenada, alejándola cada vez más de su centro de servicio, bajo el sol y calor inclementes del desierto de Sahara. No le daban mucho que comer y la poca agua que le proporcionaban para beber o asearse, siempre estaba mezclada con gasolina. Gloria iba experimentando lo duro de un secuestro. Fue entregada de uno a otro y a otro grupo, y cada uno más rudo que el anterior. Le gritaban, golpeaban, insultaban y humillaban. Aún se desconoce por qué estos extremistas querían tener a una religiosa entre sus victimas. Gloria infiere que por su religión o por ser mujer. Le disparaban ráfagas de metralletas mientras le gritaban. “El islam es la religión… eres una perra de la iglesia”.
Con cada disparo u ofensa ella más se aferraba a Dios y le agradecía la prueba que le habia puesto en el camino. Durante años estuvo junto a otras secuestradas pero al final…quedó sola.
Cuando tenía ocasión escribía en la arena del desierto -en letras grandes- DIOS. Le rezaba y alababa agradeciéndole cada amanecer. Nada tenía, solo un día más para orar. También dibujaba el mapa de su natal Colombia recordando que en su país muchos también eran víctimas de secuestro. “Oraba por ellos y por la necesidad de conseguir la paz en mi tierra y en el mundo entero”.
Gloria compuso su propia oración a María, madre de Dios. Era un canto de fe, esperanza y reflexión.
“María yo te canto desde este desierto donde la arena, el viento y la brisa es suave. Te canto por estas maravillas que Dios ha creado. Te canto a ti por el silencio y por tu fidelidad a Dios a quien viste morir. Este momento de dificultad lo tomo como una gracia que Dios me da, gracia que me ha permitido vivir para revisar mi vida y reconocer que tal vez me falta mucho para acercarme más a Dios y ser una digna servidora como lo fuiste tu. María, has sido mi ejemplo” .
La Equivocación
En enero de 2017, el esposo de Emma Coronel, el más famoso de los narcotraficantes, Joaquín “Chapo” Guzmán, fue extraditado a los Estados Unidos luego que, por casi un año, sus abogados trataran de evitarlo.
Emma ya tenía tras las rejas a su padre y hermanos. Ahora también lo están su marido (condenado a cadena perpetua) y ella misma (sentenciada a 36 meses de cárcel y 4 años de libertad supervisada, luego que abandone la prisión).
Los tiempos de sangrienta riqueza terminan. Donde hoy se encuentra no podrá lucir sus costosas joyas y relojes Cartier, ni las carteras Gucci, o Louis Vuitton. Ya no utilizará ninguno de los aviones de la flota del narco ni podrá disfrutar de las playas donde están ubicadas las mansiones que pensó suyas, alguna de ellas, con zoológico incluido.
Esta exreina de belleza, Emma I, que disfrutó del poder que representaba el “Chapo” en la industria del narcotráfico, ahora paga condena en una prisión de California.
Dos mujeres, dos historias diferentes.
Una respetada y reconocida por su templanza y coraje, Gloria Cecilia Narváez, quien el pasado 9 de octubre fuera liberada, trasladada a Roma y posteriormente a Colombia donde fue recibida por familiares, religiosas, funcionarios gubernamentales y policiales, entre vítores y aplausos.
Otra, Emma Coronel está en su celda quizás repasando lo que dijera al juez antes que le leyeran la sentencia: «Expreso mi más sincero arrepentimiento por cualquier daño que pueda haber causado», afirmando sentirse «avergonzada».
Un amigo me dijo una vez: «La felicidad está vinculada al ejercicio del bien; la tristeza y el vacío existencial están relacionados al mal». No tengo dudas que así lo es y el desenlace de ambas historias parece ratificarlo.