«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Barcelona, 1969. Ha escrito columnas políticas y algunos reportajes en varios medios nacionales (El Mundo, Ok Diario, El Español). Empresario maldito, coleccionista de cómics, músico ácrata y lector en Italia. Vivió una Ibiza ya olvidada. También una Barcelona enterrada. Acaba de publicar el libro de crónicas Barcelonerías (Ediciones Monóculo).
Barcelona, 1969. Ha escrito columnas políticas y algunos reportajes en varios medios nacionales (El Mundo, Ok Diario, El Español). Empresario maldito, coleccionista de cómics, músico ácrata y lector en Italia. Vivió una Ibiza ya olvidada. También una Barcelona enterrada. Acaba de publicar el libro de crónicas Barcelonerías (Ediciones Monóculo).

Ducharse es fascista

26 de mayo de 2023

Caminaba, una mañana de este aguado mayo, por el Paseo de la Bonanova cuando me la topé. El paraguas sobre mi cabeza me permitió ver sólo unos labios sobre su barbilla de melocotón. Y una botella azul con el nombre, en latín, del undécimo signo del Zodíaco. Llevado por la curiosidad, quise ver más. Así que, plantado frente a la marquesina, porque era una señora marquesina, fui levantando el paraguas para liberar mi vista de su protectora negritud. Y, como un anuncio de los tiempos nuevos, vi la plenitud: tras el vidrio perlado de gotas había una cara sudorosa y sonriente, una mirada confiada, de esas que fijan el horizonte feliz. Pudiera ser que acabara de retozar, la piel húmeda. Uno, que vivió treinta años en el siglo veinte, sigue teniendo una confianza inquebrantable en la publicidad y sus dioses, los creativos. Habían decidido jugar, como casi siempre, a las metáforas sensuales. Bajo el paraguas, envuelto en aquella humedad desprendida ya de cualquier sentido metafórico, leí el mensaje textual: «Suar és bonic» (sudar es bonito). Después, bajé la lonilla negra impermeable y seguí ciego mi camino hasta casa.

Uno de los más peligrosos ejercicios hoy día es apretar el botón, que suele ser rojo por algo, del mando a distancia. El de la televisión, digo. Pero, como he comunicado antes, uno conserva la savia del siglo pasado y, según intuyo, la conservaré siempre. Así que aquella tarde me apoltroné frente a la pequeña pantalla, como se decía en simpático tono familiar. En el magacín vespertino trataban el tema de la higiene, del agua que el efecto secundario de vivir se lleva. Como viene siendo habitual, el tema era tratado tramposamente, esta manera de colar el subdesarrollismo woke y sus tristes consignas. Este empeño en que llevemos una vida lo más desgraciada posible y nos mezamos inocentes y contentos en la cuna de todas las pobrezas. Las morales y las estéticas, que no es lo mismo pero es igual. El programa en cuestión hablaba del enjabonado diario, conquista social que comienza a cuestionarse. Mientras los comentaristas decían sus cosas sobre el asunto, un rótulo fijo, como una máxima, rezaba: «Por qué no es bueno ducharse todos los días». 

Mientras asistía al espectáculo, un episodio más de porquería neosecular, recordé la marquesina de Bonanova y el bonito sudar que afirmaba. Ya me pareció ese desprendido del mensaje voluptuoso. Se había transformado, por gracia de la ideología imperante, en una marranada woke. Sucia en su transpiración, inmoral en su concepto; correr por la calle y sudar alegremente. Mi curiosidad activó otra pantalla no menos aventurada, la del móvil. Y por ese medio se cerró el círculo informativo. El altavoz de las tendencias marranas está situado, cómo no, en Hollywood. La pareja de estrellas Ashton Kutcher y Mila Kunis declaran que sólo bañan a sus hijos cuando están sucios, aunque habría que conocer el grado de mugre que ellos consideran aceptable en un retoño. Menos dudas ofrece el testimonio del galán Jake Gyllenhaal, quien afirma que cada vez se ducha menos porque es bueno para la piel. El limpio vicio de documentarme llegó hasta la OMS, fascinante contubernio de dictados tan autoritarios como inútiles respecto a la salud mundial (véase la pandemia de Covid). A propósito de la higiene, un medio se hacía eco de la muerte de un hombre iraní que llevaba sesenta años sin lavarse, si bien indicaba el artículo que el fallecimiento aconteció tras su primera ducha. El deceso no hay que achacarlo a la inesperada limpieza, el sujeto llevaba décadas muerto en vida, con una capa de inmundicia que había madurado hasta hacerse costra. En cualquier caso, la OMS ordena a su manera que las duchas no deben prolongarse más de cinco minutos por la sacrosanta sostenibilidad. 

La culpa del aseo, otra a apuntar en el canon de la corrección, ha sido difundida sobre la humanidad temerosa. Sobre los limpios del mundo. No tardarán los voceros de la agenda negra que se esconde tras el arcoíris en señalar el buen hábito de la higiene corporal como un acto político sospechoso. Ducharse es fascista. Al tiempo.

.
Fondo newsletter