«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Durán y Lérida

9 de junio de 2014

El nacionalismo nunca tarda en adquirir una lógica de secta fanática, y en ella el más odiado es el disidente. Durán y Lleida lleva toda la vida caminando por la delgada línea convergente, haciendo de funámbulo audaz, y cobrando el peaje de toda comunicación entre Cataluña y Madrid. Serápor haber nacido en medio, tan aragonés.

Ahora, por fin, parece que pretende marcharse del manicomio que ha ayudado a construir con tanto esfuerzo -majestuosomante recompensado, por cierto-  y reconocer lo utópico del plan artúrico. Su equilibro se ha tornado imposible cuando le hacen elegir entre el monte de la secesión y el hotel Palace, porque él siempre estuvo a gusto como mediador de los secuestradores, pero no estádispuesto a jugar con una sola baraja, como un tahúr de poca monta. Lo suyo es la política con mayúsculas. Con mayúsculas comisiones. Y todavía los más memos de la Corte alabarán su sentido de estado, con esa pequeñez de quien es incapaz de defender lo suyo, y aplaude al estafador sólo porque se enfrenta al bandolero. Es la misma gente que prepara esa coronación clandestina y vergonzante, preludio inevitable del exilio.

 Pero volvamos a Durán, que ahora se aparece a unos y otros como el mismísimo general Goded. Le van a odiar mucho allá, en las naciones inventadas. Desde siempre supieron que no era un aliado de fiar, como todo demócrata cristiano; que ha pasado demasiado tiempo en el Palacio de Madrid, y que ese no es un lugar desde donde apetezca compararse con Kosovo. No, Durán nunca fue de los nuestros, dirán, siempre ha estado pendiente de cosas más mundanas, más frívolas, como si quisiera echarse en brazos de la noche para olvidar que no le dejamos ser ministro. Todo eso lo sabían, pero ahora también conocen que Durán va torpedeando el sacrosanto proyecto de ruptura. Y esa no es una traición que merezca indulgencia, y se la harán pagar a su manera.

Primero empezarán las bromas sobre su origen y su nombre. Dirán que no se puede esperar lealtad de un aragonés; se preguntarán por quésus padres le pusieron el nombre de JoséAntonio habiendo nacido en los años cincuenta, y alguno responderácon sorna que a lo mejor era por JoséAntonio Aguirre, el lehendakari de la república; le llamarán Durán y Lérida; le apodarán El Maño. O mejor, El Maño de Pallerols. Porque a lo peor ahora los medios nacionalistas empiezan a informar del caso de corrupción que lleva ese nombre, y a repetir de vez en cuando esa promesa tan solemne del aragonés, cuando dijo que dimitiría si se demostraba el saqueo.

 

Pobre JoséAntonio Durán y Lérida, el Maño. Me temo que va a conocer -aunque muy de refilón- el apartheid en el que viven los que no gozan de la simpatía de la secta. Quépena. Le veo con status de refugiado político en el Palace.

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