Se ha repetido hasta la saciedad que el sistema educativo espaƱol es altamente insatisfactorio y que sus resultados, tal como revelan reiteradamente las evaluaciones internacionales solventes, distan de corresponder a lo que necesita un paĆs occidental avanzado para preparar a sus ciudadanos y a sus empresas para tener Ć©xito en un mundo global fuertemente competitivo. Si las sociedades capaces de proporcionar a sus integrantes prosperidad, seguridad y dignidad, han de ser, ademĆ”s de sociedades abiertas, sociedades del conocimiento, EspaƱa, por desgracia, no ha encontrado todavĆa el camino correcto para conseguir tales objetivos. Nuestras instituciones han experimentado a lo largo de las Ćŗltimas tres dĆ©cadas un serio deterioro por su politización partidista, su fragmentación territorial y su elevado nivel de corrupción, mientras que nuestras escuelas primarias y secundarias, asĆ como nuestras universidades, se han ido hundiendo progresivamente en un piĆ©lago de fracaso escolar, abandono temprano de las aulas y falta de calidad de los docentes, que suscita general desaliento.
En este decepcionante contexto, Ciudadanos ha presentado su programa de educación, que tiene como primeros y relevantes mĆ©ritos el reconocimiento sincero del problema, la propuesta de un gran pacto nacional para afrontarlo y la declaración de que esta cuestión ha de ser una de las mĆ”ximas prioridades de la polĆtica social y económica de cualquier Gobierno que se precie.Ā El modelo educativo espaƱol igualitario, sindicalizado, ideologizado, permisivo, falto de exigencia y de bĆŗsqueda de la excelencia y caótico por la dispersión de competencias autonómica, es un desastre sin paliativos en el que las honrosas excepciones resaltan el sombrĆo panorama del conjunto.
A partir de esta constatación, las recetas pueden ser múltiples, pero otra virtud del planteamiento de Albert Rivera y su equipo de asesores en esta materia es que, lejos de reinventar la rueda o aplicar esquemas dogmÔticos, acuden a las experiencias reales que ya existen en otras latitudes y que han demostrado su eficacia. Por supuesto, desde una perspectiva netamente liberal se puede acusar al programa educativo de Ciudadanos de un excesivo escoramiento hacia el control del Estado y el laicismo militante en detrimento del principio constitucional de libertad de educación, pero no se debe olvidar que la formación anaranjada busca un equilibrio pragmÔtico entre iniciativa individual e intervencionismo solidario y que uno de sus caballos de batalla, bastante razonable por otra parte, es que la igualdad de oportunidades, que no de resultados, ha de tener como indispensable premisa una educación suficiente al alcance de todos sin discriminaciones por renta u origen social.
En el campo de las medidas concretas, todo es discutible y mejorable, y por eso auspician un ambicioso acuerdo que trascienda una o dos legislaturas y abarque una entera generación. Ahora bien, su insistencia en una adecuada preparación del profesorado, una carrera docente dotada de incentivos, una mĆ”s amplia autonomĆa y una evaluación periódica de los centros, acompaƱadas de una sana competencia entre Ć©stos, son lĆneas directrices que pocos podrĆ”n discutir como aconsejables.
Bienvenida sea, pues, esta nueva contribución de Ciudadanos al debate de los temas cruciales de alcance general que han de situarse en el núcleo de la campaña electoral que tendrÔ lugar a final de este año. OjalÔ el resto de opciones ofrecidas al votante mostrasen el mismo empeño de sensatez, claridad y concreción que lleva practicando Ciudadanos desde que emergió como alternativa de Ômbito nacional en el convulso escenario de nuestra declinante y descuadernada partitocracia.