«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

Egoísmo infantil

5 de febrero de 2023

La crisis provocada por la denominada ley del «sólo sí es sí» define de forma muy significativa al colectivo que forma gobierno con el PSOE. Podemos, la podemía, la ultraizquierda, los pijos progres y los grunge de izquierdas –se pongan las siglas que se pongan– forman parte de nuestra sociedad hace mucho tiempo.

Quien escribe este artículo los sufrió como concejal responsable del barrio de Lavapiés. Fue un sufrimiento bastante previsible pues se oponían a todo cuanto hacíamos desde el Gobierno. Se oponían aunque Lavapiés fuera –y sigue siendo– uno de los barrios mejor equipados de Madrid no sólo en infraestructuras urbanas, en parques y colegios, sino también en buena oferta cultural, con un teatro nacional como el Valle Inclán y una universidad. Es un barrio vibrante y muy atractivo para vivir y también para sentirse –pues de esto va la cosa– revolucionario, aunque sea todo lo light que traen estos tiempos. Los que entonces formaban la semilla de Podemos nos trataban con mucha agresividad en cualquier actividad municipal, particularmente cuando íbamos a inaugurar alguna dotación. Pero eran gajes del oficio.   

Una mañana recibí al AMPA de uno de los colegios de Lavapiés. Era un colegio pequeño al que habíamos asociado –fue de los primeros– al programa de bilingüismo que había propuesto el Gobierno de Esperanza Aguirre. El colegio tenía un alumnado extranjero casi en su totalidad. Casi el 90% del alumnado lo formaban niños marroquíes, hispanoamericanos y rumanos. Pero el AMPA –suele pasar– estaba constituido por padres de alumnos del «casi», es decir, españoles. Quienes dirigían el AMPA venían con cierta agresividad a exigir que retiráramos el bilingüismo. Al preguntarles las razones, me reprocharon que el inglés «era la lengua del imperio». Soy tranquilo, incluso a veces creo que me falta carácter, pero esa mañana me despaché a gusto.

Esto es típico de la izquierda retrógrada que en gran parte nos gobierna. Antepone sus tonterías a todo.  Su egoísmo infantil es evidente, solipsismo es una palabra muy usada en medios anglosajones y les define. Son absolutamente insensibles a cualquier influencia que no hayan interiorizado (sic) en sus turbias y pétreas entendederas. A aquellos «prepodemitas» del AMPA no les importaba sacrificar a unos niños cuyas posibilidades de prosperar socialmente eran muy evidentes con el bilingüismo. Para esos niños de padres que acababan de llegar a nuestro país saber inglés era un evidente ascensor social, pero el AMPA que decía representarles estaba dispuesto a sacrificarles.

Nos gobierna una izquierda que carece del más mínimo sentido común. Tampoco tiene sentido del ridículo ni la más mínima dignidad personal. Están aferrados al cargo como lapas creyéndose aún –los conozco bien– que están en posesión de la razón. El drama es que la tontería está instalada gracias a Sánchez en los mismísimos ministerios. El pueblo español no se merece que le hayan colado estos personajes para gobernarle. Las elecciones les pondrán sin duda en su sitio. Ojalá vuelvan a dar la lata en los barrios de donde nunca deberían haber salido.

Volvamos a la ley del «sólo sí es sí» del Gobierno Sánchez. Como aquel AMPA, al Gobierno no le ha importado obviar informes y mantener una posición roqueña en una mezcla de insensatez y de soberbia muy soviética. Supongo que también hay algo de sadismo felino en Pedro Sánchez al observar impasible como se despeñan los podemitas. Es tal la locura del personaje que debe relamerse pensando que todos los votos de los desprestigiadísimos podemitas acabarán en el PSOE.

Cientos de delincuentes sexuales ya se están beneficiando de la ley. Hoy son cientos, pero –según afirma alguna voz bastante autorizada– cuando acabe el proceso de revisión de penas serán algunos miles. Es tan evidente la negligencia, incluso la prevaricación ante la existencia de informes técnicos que aconsejaban que no se tramitara la ley, que alguno o alguna debería ser sometido a un proceso penal instado por algunas de las víctimas de esta ley, que tienen que ver a sus agresores en la calle antes de tiempo. Hay una fiscalía especial dedicada a la violencia de género, sería un gesto de independencia y de dignidad que la querella, pocas veces tan merecida, procediera de ésta.

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