«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

El 78 ceteris paribus 

13 de junio de 2025

Ayer asistimos a la representación de una obra teatral en tres actos. Se abre el telón y aparece Santos Cerdán que irrumpe en las Cortes camino del escaño. Será la última vez. El secretario de organización, uno de los cuatro del Peugeot, es abandonado por los suyos ante la contundencia de las grabaciones de la UCO. El papel lo aguanta todo, no así la voz, siempre tan indiscreta. La bancada popular reserva para él todo el repertorio que Feijoo es incapaz de dedicarle a Sánchez. Le gritan «dimisión» mientras golpean la robusta madera que adorna los escaños del hemiciclo decimonónico. La acústica, que es excelente, aporta la épica de la que carece el ministro de la oposición. El ruido sepulta las ideas, la forma sustituye al fondo. 

La confusión es grande porque el protagonista no sale en escena. Hasta Rufián, que finge pose de estadista mientras avala la corrupción con su voto, pregunta dónde está Pedro Sánchez, el hombre al que no se intuye tras el telón. Su lugar, desde hace tiempo, está en un búnker entre Ferraz y la Moncloa. Sus hombres de confianza diseñan la estrategia. Necesita una vía de escape para recuperar la iniciativa.

El Congreso es puro bullicio. Queda poco para el mediodía y a esa hora el patio de Floridablanca es un mentidero. Circulan rumores de todo tipo. Convocatoria de elecciones, Pedro dimite, rebelión del PSOE bueno… Los periodistas olfatean a los diputados que salen a fumar y hasta cualquier ujier es sospechoso de haber puesto el oído en el momento oportuno. Los periodistas salen de caza; los pseudoperiodistas esperan instrucciones.

Tampoco es verdad del todo que Sánchez haya estado escondido. El martes acude al acto que Netflix celebra por el décimo aniversario de su llegada a España. Sánchez sabe muy bien que puede estar más de 40 días sin comparecer ante la prensa o un mes sin pisar el Congreso. Pero nunca dar la espalda a quienes engrasan las ideas del régimen. Dice que la plataforma no sólo ha cambiado el modo en que los usuarios vemos las series y películas, sino en cómo el mundo ve a nuestro país. Sánchez dice más cosas. Habla de la importancia del soft power o poder blando, el que, a lo tonto, se cuela hasta nuestro dormitorio, moldea conciencias y fabrica batallones de incondicionales. Luego lloramos cuando Charo Chárez traga con todo.

Acaba el pleno en la cámara baja. Desfilan sus señorías y Feijoo se para ante las cámaras. Hay revuelo de novicias. El gallego es incapaz de declararse e hincar la rodilla. «No hay que precipitarse», son sus palabras cuando le preguntan por una moción de censura. El novio lleva toda la vida ensayando en Galicia, lástima que aún no esté maduro. El 13 de marzo acude a la Moncloa con la promesa de que no va a usar ningún caso de corrupción, por demoledor que sea, para desacreditar a todo un partido como el PSOE. Estamos ante un auténtico hombre de Estado.

El segundo acto, el nudo, transcurre entre Génova y Ferraz en sesión vespertina. Pedro lo borda. Es un actor superlativo. Comparece cabizbajo. No sabía nada. Qué decepción, yo creí a Santos hasta esta misma mañana. Os pido perdón. Iban en mi coche y no lo vi venir, así que yo soy la víctima. En Navarra la actuación es magistral. Las lágrimas de Chivite desbordan los telediarios. Ella, como Patxi, canjea ataúdes por escaños. 

Feijoo reacciona —es un decir— con unos pellizquitos de monja. Las explicaciones de Sánchez le parecen insuficientes y decepcionantes. Dimite, Pedro, te lo pido por favor. Luego tiende la mano a los socios del Gobierno. Señores golpistas, cuando ustedes tengan a bien, avísenme y echamos al tirano. De nuevo preguntan por la moción y no hay novedad: eso sería darle un balón de oxígeno al presidente.

Feijoo es escrupuloso en el uso de las palabras. Arremete contra el sanchismo, nunca contra el PSOE, al que siempre ofrece un salvoconducto. Debemos entender la lógica del 78. Ambos partidos son vasos comunicantes, más nos valdría que no haya una caída estrepitosa en la acera de enfrente, eso haría tambalear los propios cimientos del sistema. De ahí que Mañueco haya vuelto a subvencionar a los sindicatos en Castilla y León y permitido, con su abstención, tramitar la ley LGTBI del PSOE. 

Mientras los políticos desempeñan su papel las redes arden. Los jóvenes quieren calle. Las NNGG de Génova convocan para ir a Ferraz. La bizcochable chavalería fantasea con su bautismo de fuego ante la sede de la trama. El jefe se entera y con ellos sí hay mano dura, qué es eso de rodear la sede de un partido democrático. Los chicos borran el tuit. Gatillazo de época. 

Claro que hay más borrados. El día antes la cadena SER (Semperes y Lasalles) elimina el programa completo en que una periodista deja claro que tanto la emisora como El País actúan al dictado del PSOE. Caray, y nosotros todo este tiempo pensando lo contrario. 

El desenlace de esta tragicomedia tiene lugar, nada menos, que en el Palacio Real. Su Majestad recibe a Pedro Sánchez, ya redimido como damnificado de la corrupción de otros. Hay sonrisas. Mucho que celebrar. Hace 40 años que entramos en la UE y este aniversario llega justo cuando el 78 acaba de firmar otra histórica cesión de soberanía. Ahora en Gibraltar.

Es viernes, menos mal, y Feijoo peregrina hasta la Castilla-La Mancha de san Emiliano García-Page. Quién sabe con qué intenciones. Es tierra bendita, allí populares y socialistas han pactado aumentar un 60% el número de diputados. De 33 a 55. Es el régimen del 78 ceteris paribus, todo lo demás constante.

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