Con su habitual genio político, Pedro Sánchez está aprovechando el conflicto entre Israel y Palestina para avanzar en lo suyo. No es el piquito de Rubiales, pero aun así Gaza ocupa mucha atención. En ese contexto belicoso, reunión con Aizpurua pasa desapercibida y normaliza más a Bildu. Sánchez ya ha presentado a la novia en casa y esa foto, poniendo su careto tras haber ido mandando a esclavos morales y lugartenientes, tuvo una curiosa y diría que genial continuación fuera de la política. El crítico y periodista Juan Cruz, un cualificado obrero de la cultura prisaica las últimas décadas, hizo una inteligente interpretación del momento y anunció su intención de abrazar personalmente a Oskar Matute (la k la mantenemos por milenaria y por ser k de kultura) en lo que vendría a ser reedición de El Abrazo de Juan Genovés, una llamada a sellar la II Transición con abrazos o, como diría el insigne feminista Ferreras, con abraçadas.
-¡Una abraçada plural, Matute!
Presentada Aizpurua en casa como «chica muy bien», los de Bildu ya no son solo defendibles sino abrazables, lo que no será problema alguno sino más bien un reto para tantos individuos que en España han hecho del abrazo su razón de ser. Si se abrazan hasta las farolas, ¡cómo no abrazar a uno de Bildu! Juan Cruz, cultero oficial (copyright Quintano), ha abierto la veda con su fino olfato. Abrazar a cualquiera de Bildu es la continuación natural del régimen y ahora el problema lo tienen los Patxis y las Nekanes porque se les viene encima una marabunta de abrazadores oficiales madrileños que lo van a flipar. Después ya saben lo que viene: sonoras palmadas en la espalda. Todo llegará.
Los grandes polisílabos de José María García están, como diría El Patica, siempre operativos: abrazafarolas en la Kultura, correveidiles federales como Yo, Landa y chupópteros partitocráticos apiñados y garra-apiñados alrededor del indulto-homenaje a Griñán, como pedía, por cierto, la derecha tiendepuentes o más bien tiendeoscarpuentes, que para eso hemos quedado. A abrazarse todos.