«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El abrazo de Milei

19 de mayo de 2024

En arranque improvisado, saltándose de repente el debate ideológico, Milei, que primero de todo es liberal en las formas, se fue a por Abascal, «el único que me abrazó cuando era un ser despreciable». Los libertarios de Madrid, ciudad llena de Estado, querían peperizar a Milei, que se saltó el protocolo y el escrúpulo tiquismiquis y abrazó a un «impuro» que lo es por liderar un partido con eso que llamaríamos sensibilidades sociales, algo que existió siempre en la derecha o en el mirar derechil desde que la revolución industrial puso las condiciones de vida del trabajador en el escaparate urbano.

Quien no vea a estas alturas que «liberal» ya no significa aquí mucho más que una etiqueta de exclusión administrada por una dudosa élite que la esgrime sobre todo ante los movimientos populistas y soberanistas es que ha decidido habitar un plano tan ideal como la competencia perfecta.

Pero Milei al abrazar a Abascal ante los envarados liberales ibéricos hizo algo importante. Su discurso infatigable, machaconamente enfático, de publicista arrollador, se detuvo, y sobre el liberal-socialista puso otra distinción: el amigo frente al resto, la condición primordial del amigo en el que además reconocía la lealtad, una cualidad que, no puede ser casual, es la más valorada en Abascal: la lealtad a su país, a la sangre, a una posición y una bandera.  

Sobre la mayor pureza o impureza de lo «liberal», Milei destacó y defendió algo humano, una actitud humana y política tan importante o más que lo ideológico. Milei, el incontenible Milei, disruptor hasta de sí mismo, «rompió» el momento panel y lo rompió para el abrazo. Al hacerlo ya como presidente, perdida su condición de despreciable (deplorable hispano) limpiaba de la mácula a Abascal delante de los primeros maculadores peperoides. Listísimo Milei y sin embargo espontáneo Milei. El juego de alianzas internacionales de VOX consistiría, según esto, en que cada exdespreciable rehabilitara al que aun lo es, lo fuera sanando, ungiendo…

Con el abrazo-motosierra de Milei, la oposición liberal-socialista, que esquematiza demasiado la complejidad de las cosas, dio paso a un plano más amplio y humano de valoraciones también propio de la política. ¿Quién, realmente, juzga en Abascal su posición sobre la regulación de Uber antes que su lealtad a la patria en el País Vasco?

Este debate de purismos liberales es un poco sospechoso. Liberal es el capaz de liberalidad, según la RAE el capaz de «distribuir generosamente sus bienes», así que lo liberal es una virtud moral dadivosa que además solo puede el que tiene, no el que no tiene. Tampoco se le puede exigir a todo el mundo. La libertad (¿para cuándo la libertad política de todos?) no puede ser solo un ideal exclusivista, una pasión un poco pija, una ideología rigurosista, sino algo que nos una, sume, aglutine en una sístole-diástole de igualdad y libertad.

Fondo newsletter