«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

El afán de distinguirse

15 de diciembre de 2021

La tesis oficial es que se debe aspirar a la igualdad en todos los órdenes de la vida, como si fuera la panacea de todos los males. Pero, los hechos son tozudos. Incluso, los varones son distintos de las mujeres, y no, solo, si se consideran los órganos reproductores. No digamos, si el contraste se entabla entre las distintas posiciones sociales, los niveles económicos, los estratos etáneos, los condicionamientos culturales.

No tiene ningún mérito el lugar de nacimiento de uno y, por tanto, su nombre y apellidos, su lengua materna, sus conexiones familiares. Sin embargo, todo eso (determinado por el azar) cuenta mucho a la hora de situar a un individuo en la vida e, incluso, para definir su personalidad. 

Lo que podríamos llamar la biografía de cada uno consiste en el continuo afán por distinguirnos de los demás, todo cuanto sea posible. Este oscuro sentimiento explica la mayor parte de nuestras dedicaciones: sea estudiar, trabajar, emparejarnos, viajar, definir unos u otros gustos, etc.

El deseo (imposible) de no ser como los demás llega a convertirse en una verdadera obsesión de la minoría de los artistas, los escritores. Se podría ampliar la selección a los que sobresalen, socialmente, por una u otra cualidad o virtud. Es una paradoja que los, ya, diferentes aspiren a singularizarse, todavía, más. El extremo sería el esfuerzo por llevar la contraria a lo convenido, a lo que se espera de uno. Es muy típico del oficio intelectual. El éxito de un escritor o un artista es que nos sorprenda con algún detalle, que se sale de lo corriente. Es lo que llamamos creatividad, originalidad. A veces, hay que resaltarlo hasta la exageración. Es decir, resulta un tanto afectado o ficticio, por no decir cómico.

Una obsesión reciente es la de proveernos de un “pasaporte cóvid”. La cosa es salir del domicilio propio, puesto que tal estabulación nos proporciona estímulos para la diversidad

Un artificio corriente para distinguirse, en una sociedad tan plana como la nuestra, es el de dedicarse a viajar todo lo posible. El turista o el viajero cambiará de decorado para poder contar que “ha estado allí”. De paso, el relato constituye una excelente ocasión para dar envidia, uno de los placeres permitidos más genérico y barato. En tiempos de nuestros antepasados cercanos, esa función se realizaba bien con la tarjeta postal. Hoy, se sustituye, ventajosamente, con el envío digital de las imágenes obtenidas en el viaje, la estadía en el lugar de visita. Es una forma vicaria de “compartir” experiencias. Al ser todas esas acciones de carácter general, la verdad es que cuesta mucho llegar a diferenciarse con alguna originalidad. De ahí, se desprende el aprecio por los viajes, realmente, exóticos, a lugares inverosímiles e incómodos. De otra forma, hay poco que contar.

Otra forma de distinción es la de presumir de gustos algo raros, excéntricos o, por lo menos, novedosos. Los del paladar son los más socorridos. Uno puede presumir de frecuentar un restaurante muy asequible de precio, contando con las exquisiteces que anuncia.

Una obsesión reciente es la de proveernos de un “pasaporte cóvid” (vaya nombrecito), una especie de salvoconducto electrónico para poder trasladarse a cualquier sitio en los tiempos de pandemia. La cosa es salir del domicilio propio, puesto que tal estabulación nos proporciona muchos estímulos para la diversidad.

En tiempos pasados, uno podía descollar un poco del rasero común, alardeando de las lecturas que trasegaba. Creo que, hoy, tal dedicación ha perdido vigencia. Queda, incluso, pedante alardear de los libros que está uno, leyendo. Es lástima, pues se trata de un elemento diferenciador muy claro. Por si les sirve de algo, estos días me he embaulado de un tirón la última novela de Julio Castedo, El renegado. Trata de las intrigantes aventuras previas a la conquista de México. Me lo he devorado con la misma fruición de mi primera lectura adolescente, el Robinson Crusoe. Creo que, con este detalle, no he logrado distinguirme mucho.

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