«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Luis Anchondo (México, 1983) es Doctor en Letras por la Universidad de Arizona. Como periodista ha destacado en distintos medios entre los que destacan La Retaguardia y Libros con Uasabi ambos fundados por Fernando Sánchez Dragó a quien considera uno de sus principales maestros. Por más de una década ha impartido numerosos cursos de literatura tanto española como latinoamericana en diversas universidades de Estados Unidos al igual que conferencias. Es también uno de los más importantes cervantistas del mundo cuyos descubrimientos en la obra de Don Quijote le han valido un merecido reconocimiento internacional.
Luis Anchondo (México, 1983) es Doctor en Letras por la Universidad de Arizona. Como periodista ha destacado en distintos medios entre los que destacan La Retaguardia y Libros con Uasabi ambos fundados por Fernando Sánchez Dragó a quien considera uno de sus principales maestros. Por más de una década ha impartido numerosos cursos de literatura tanto española como latinoamericana en diversas universidades de Estados Unidos al igual que conferencias. Es también uno de los más importantes cervantistas del mundo cuyos descubrimientos en la obra de Don Quijote le han valido un merecido reconocimiento internacional.

El año de las casualidades

27 de noviembre de 2020

Queridos lectores de La Gaceta de la Iberosfera. Empiezo a escribir esta columna un día antes de lo que en Estados Unidos se llama el Día de Acción de Gracias. Una festividad cuya veracidad de los hechos históricos es discutible, pero cuyo simbolismo es innegable. Esta es una celebración a la paz y a la diversidad. Así que les doy las gracias a todos los que leen este medio y que provienen de países con culturas muy distintas pero a los que nos une un mismo objetivo: defender la libertad. Un abrazo enorme para ustedes en forma de agradecimiento que abarque toda la Iberosfera y por qué no, más allá.  

A pocos días de que se acabe el año me he puesto a pensar en las cuatro grandes casualidades que pasaron en este 2020 y como afectaron la presidencia de Donald Trump.

La primera de ellas, el coronavirus. Qué gran casualidad que haya surgido tal virus justo entrando el 2020, año en el que se definía quién sería el nuevo presidente de Estados Unidos cuando la verdad es que antes de la pandemia Donald Trump se llevaba “de calle” a Joe Biden. Esta casualidad logró tres cosas. La primera que la prensa liberal tuviera bastante tela de donde cortar para criticar al presidente inventando falsas declaraciones de que no hizo nada para combatir el virus. No voy a entrar en detalle sobre las medidas que tomó Trump ya que eso ya lo hice en mi primera columna publicada en este medio, así que invito cordialmente a los lectores a que la lean si aún no lo han hecho. Estas constantes difamaciones por parte de la Prensa, las cuales no han parado ni un sólo día desde marzo, le restaron popularidad a Trump y esto hizo que perdiera los votos de aquellos ciudadanos  a los que la prensa logró engañar, sobre todo en estados claves para su victoria.

No fue Trump, sino los confinamientos ordenados por los demócratas los que destruyeron el empleo y generaron la furia de los afroamericanos y jóvenes que buscaban una excusa.

El coronavirus destruyó lo que a mi parecer fue el gran logro de los primeros cuatro años de la presidencia de Donald Trump: alcanzar uno de los niveles más bajos de desempleo en la historia de EEUU. Tres por ciento de desempleo en febrero de este año de acuerdo al Departamento de Estadísticas Laborales. La pandemia no fue directamente lo que acabó con este éxito sino los confinamientos ordenados por gobernadores y alcaldes demócratas que afectaron sobre todo a los afroamericanos dejándolos sin empleo y creando en ellos con la ayuda de la prensa liberal y su desinformación— una furia hacia el sistema político, en especial hacia Trump. La verdad es que, aún en los peores momentos de la pandemia, el presidente disminuyó el índice de desempleo de un 14% a un 7% en tan sólo seis meses. Barack Obama tardó cuatro años en bajar el paro del 10 % al 7% en épocas libres de pandemia alguna.

La segunda gran casualidad de este 2020 fue la dramática muerte de George Floyd a manos del oficial de policía Derek Chauvin a finales de mayo de este año. No estoy diciendo que el asesinato que se llevó a cabo haya sido por casualidad. Fue un acto que se perpetró con alevosía y ventaja, algo sin duda alguna condenable y detestable. A lo que me refiero es a la casualidad de que absolutamente todos los medios del país se encargaran de difundir una y otra vez las imágenes del abuso policial creando la furia no sólo en los afroamericanos, sino en miles de jóvenes deseosos de tener una excusa —gracias en parte al desempleo propiciado por el confinamiento—, para salir a desahogarse en las calles con protestas vandálicas que desestabilizaron al país y por ende la presidencia de Trump.

Que calificaran el asesinato de George Floyd como racismo ayudó a la prensa liberal, que se había encargado durante cuatro años de presentar a Trump como un racista

Este hecho también ayudó a restarle votos a Trump. Que lo calificaran como un acto de racismo cayó un guante en la imagen que la Prensa había creado durante cuatro años del supuesto racismo de Trump —que hizo mucho por la comunidad hispana (crear miles de empleos) y, sobre todo, por la afroamericana—. La Prensa logró que se le culpase indirectamente de este crimen y cuando Trump puso orden a todos los desmanes y fechorías que se estaban llevando a cabo a lo largo del país en nombre de la justicia social, pudo retratar a los manifestantes como las víctimas de un gobierno opresor. Una muy buena excusa para restarle votos.

La tercera gran casualidad de este 2020 es que la noche del 3 de noviembre se detuvieron casualmente los conteos justo cuando Trump iba ganando en la mayoría de los estados. Cuando despertamos a la mañana siguiente, Biden llevaba ya la delantera sobre todo gracias a los votos por correo, mucho más populares en esta elección que en otras debido a la pandemia. Casualmente no había problema con salir a protestar, pero sí a votar. Qué casualidad que la mayoría de los votos que llegaron por correo fueran para Joe Biden. Qué casualidad que en estados claves no se permitió que se observaran los conteo.

Qué casualidad que Pfizer anunciara la vacuna cuando ya estaban completos todos los estragos político que ha causado el coronavirus

La última gran casualidad de este año es que la compañía Pfizer anunciara que la vacuna para ese mal que ha matado a millones de personas esté casi lista justo días después de que los medios de comunicación certificaran a Joe Biden como el presidente electo y a Kamala Harris, otra gran casualidad, como vicepresidenta electa. Alguien muy mal pensado creería que la vacuna vio la luz solo cuando el coronavirus había completado todos sus estragos con fines políticos. Pero no, quizás sea sólo otra “gran casualidad”. 

A pesar de todo, el presidente Trump sigue en pie de guerra sin conceder la elección. Justo este miércoles 25 de noviembre que escribo estas líneas se llevó a cabo una audiencia en Pensilvania relacionada al fraude electoral en la cual el presidente se hizo presente vía telefónica desde la Casa Blanca para mencionar todas las irregularidades que afirma se llevaron a cabo en el proceso electoral. Mientras el presidente sigue firmemente disputando los resultados de la elección presidencial, Joe Biden sigue actuando como si ya fuera el presidente de los EEUU, incluso presentando a su Gabinete. Hace unos días escogió a Antony Blinken como secretario de Estado. El principal objetivo de Blinken será el de volver a rehacer los acuerdos a favor de la globalización que el presidente Trump había deshecho. Emily Murphy, la encargada de la GSA (General Services Administration), ha sido forzada a empezar la transición presidencial aunque Trump aún no haya concedido. Los demócratas han entrado ya al estadio, pero el campo de juego todavía se encuentra en manos del presidente a pesar de las tantas “casualidades” que se han suscitado este año.

Por lo pronto, sigo a la espera de ver cómo termina este “quilombo” que sigue teniendo totalmente dividido al país.

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