«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Antiamericanismo, envidia colectiva

28 de abril de 2021

El antiamericanismo (odio o recelo contra los Estados Unidos de América) es una de las mentalidades más extendidas en el mundo, de modo singular, en los países de la Iberosfera. El dictador mexicano, Porfirio Díaz, lo expresó, divinamente: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!” Seguramente, el caudillo mexicano lo verbalizó, realmente, con palabras más gruesas.

El antiamericanismo puede verse de forma ambivalente, tal y como sucede con la envidia, que es, idealmente, una pasión entre dos personas: el envidioso y el envidiado. En este caso, la ambivalencia, de tipo colectivo, se establece porque, a la vez, se admiran y se detestan las condiciones de vida del pueblo estadounidense.

La ambivalencia envidiosa se localiza, de forma terminante, en ciertas minorías culturales: escritores, artistas, intelectuales, profesores, jóvenes instruidos…

La envidia típica es la que se establece entre dos personas, pero, el tono del análisis puede comprender ese mismo sentimiento, dirigido hacia otra nación, en este caso, los Estados Unidos de América. Resulta muy satisfactorio poder echar la culpa de los atrasos o desigualdades de la nación de pertenencia a otra, que ocupa el papel hegemónico o imperialista. Tal objetivo lo cumplen, perfectamente, los Estados Unidos de América. Son evidentes los triunfos del pueblo norteamericano (o “americano”, por excesivo que parezca el gentilicio). A la vez, se admiran y se temen; esa es la ambivalente creencia del resentimiento envidioso. Se parte de un “juego de suma cero”; el característico de la lotería, los deportes de competición o los juegos de azar o envite. Es decir, unos ganan y otros pierden. En este caso, los insolubles conflictos y las múltiples tensiones de muchas sociedades dependientes dejan tranquilo al observador de esa procedencia, cuando puede echar la culpa a los USA. La consideración de “juego de suma cero” es la característica de las “comparaciones envidiosas”.

Insisto en que se trata de una actitud paradójica o ambigua: se ensalzan ciertos logros de la sociedad estadounidense y, al tiempo, se odia su influencia desmedida o injusta. Es más, se imitan muchas formas de vida y de consumo de los ciudadanos “americanos”, pero se desprecia el original. Para algunas personas, la ambivalencia se traduce en un deseo de emigrar hacia los Estados Unidos, compatible con la situación de esa inmensa minoría de inmigrantes, considerada como desasistida.

Resulta más fácil racionalizar el argumento simplista de que los éxitos de los EE UU son correlativos del fracaso de sus respectivas naciones

La doble actitud escrita representa una especie de venganza contra el engreimiento de una sociedad, que se sabe la auténtica realización de la democracia. A la vez, se percibe que explota al resto de las naciones modestas, más o menos, dependientes.

La ambivalencia envidiosa se produce, de forma general, en muchas sociedades. No obstante, se localiza, de forma terminante, en ciertas minorías culturales: escritores, artistas, intelectuales, profesores, jóvenes instruidos. Son los que no tienen más remedio que aprender inglés, si este no fuera su idioma familiar. Para ellos, resulta más fácil racionalizar el argumento simplista de que los éxitos de los Estados Unidos de América son correlativos del fracaso de sus respectivas naciones. Una traslación envidiosa de tal magnitud mitiga las posibles culpas, que podrían asignarse a los dirigentes de los demás países, los que se supone situados en la órbita del imperio estadounidense.

Es muy posible que estos sentimientos colectivos se puedan aplicar, en el futuro inmediato, a algún otro país; por ejemplo, China. Al menos, podrían cuajar en otros países asiáticos.

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