«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

El autogolpe generalizado

17 de diciembre de 2022

Los estrambóticos sucesos políticos del Perú, con el fallido golpe de Estado del simplicísimo Pedro Castillo, nos llevan a consignar un nuevo fenómeno en la región (la que habla castellano). Desde luego, no se descarta que en España nos apuntemos a la nueva moda política de nuestros parientes transoceánicos.

Lo peculiar de la fórmula del autogolpe en España es que se dirige inexorablemente al despiece del organismo nacional

El actual autogolpe se da desde los gobiernos de izquierda, debilitados por una corrupción generalizada (mordidas, coimas, contratos públicos fraudulentos, etc), con leyes extravagantes. La desesperada situación hace que los gobiernos intenten controlar el aparato judicial para tener las manos libres. Su objetivo primordial es mantenerse en el poder a toda costa. En el caso del Perú, se encarcela al cándido Castillo, inmerso en múltiples corrupciones. Se le sustituye por su deuteragonista, Dina Boluarte, que tanto recuerda a Eva Duarte, y no solo por la rima de los apellidos. La analogía se mantiene por el sentido de los sendos movimientos de izquierda populista o populachera: Sendero Luminoso y Justicialismo. La réplica española es Unidas Podemos, con un título, igualmente, voluntarista.

Es de anotar una diferencia entre los países citados. Frente al marasmo económico de Argentina (realmente estructural), está la crisis inflacionaria en España y la buena coyuntura económica de Perú. Luego, la circunstancia financiera poco o nada tiene que ver con la salida a la desesperada del autogolpe populista. Tiene lugar en los tres países considerados y en otros de la región.

El fenómeno del autogolpe cuenta con una variedad de tipos, aunque todos sean convergentes: pronunciamientos, alzamientos, cuartelazos, sediciones, rebeliones, conspiraciones, intentonas, derrocamientos, alta traición. En España, el presidente, Pedro Sánchez, ha decidido cortar el nudo gordiano y eliminar el delito de sedición del Código Penal. Con ello favorece a sus atrabiliarios socios: los separatistas vascos y catalanes, ambos tiznados de racismo. Son el equivalente funcional de los belicosos indigenistas (cholos, mestizos, andinos) de Perú, los descendientes de los antiguos mitayos de la época del virreinato. Algunos comentaristas limeños apelan al retruécano para hablar de estos nuevos «robolucionarios».

Si la aventura de Sánchez no se percibiera como un autogolpe o un crimen de alta traición, es que los españoles no tenemos perdón de Dios

Tanto en España como en Argentina o Perú las distintas formas de autogolpe consiguen medrar gracias a la desarticulación de las fuerzas conservadoras. El resultado es un notable debilitamiento, incluso falsificación, de la democracia, a la que todos los partidos apelan de forma ostentosa. De tal modo, la voz «democracia» acaba por no significar nada.

Lo peculiar de la fórmula del autogolpe en España es que se dirige inexorablemente al despiece del organismo nacional. En su lugar, se alza la distopía de una especie de república confederal, cuyos precedentes históricos fueron desastrosos. Si la aventura de Sánchez no se percibiera como un autogolpe o un crimen de alta traición, es que los españoles no tenemos perdón de Dios.

La analogía más intensa entre sucesos tan alejados en el espacio se sustenta en el fenómeno de la corrupción. En España, el Gobierno ha tomado la increíble decisión de que no existe malversación de caudales públicos cuando solo beneficia, al partido, no al lucro personal. Lo cual no deja de ser un gigantesco monumento a la hipocresía. Estamos ante la situación de los magna latrocinia, de los que hablaba San Agustín. A esa vergonzosa circunstancia debe sumarse la actividad del narcotráfico o el narcoconsumo. El resultado es una pavorosa desmoralización general.

En definitiva, el asunto sería para descuajaringarse –tan absurdo se muestra– si no fuera porque nos encontramos ante la posibilidad de una alta traición por parte del Gobierno español, la cual medra por una conspicua inversión de valores en la población. Se antepone el propósito del enriquecimiento personal, trabajando lo menos posible. Aparte de la lotería, el mejor camino es aposentarse en los altos escalones de la representación política. Se comprenderá que, en nuestro tiempo, los jóvenes intenten empezar a trabajar en puestos funcionariales o directamente en la nómina de los partidos. Estadísticamente esto es también «creación de empleo».

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