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Periodista, documentalista, escritor y creativo publicitario.
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El celibato era otra cosa

8 de diciembre de 2022

Han llegado a mis manos dos historias que refuerzan mi teoría de que el celibato no es únicamente no arremangarse el hábito o la sotana, como vulgarmente se dice, sino sobre todo no pasarse el día mirando por la ventana para ver qué hay fuera del convento o de la iglesia.  

La primera de las historias es la de una monja italiana, seguramente muchos la conocéis, que después de hacerse famosa en La Voz Italia ha vuelto a las portadas, ahora no por su voz, sino por haber colgado los hábitos y venir a vivir el sueño español trabajando en un chiringuito.  

La segunda es la historia de Jeanine Deckers, una monja belga que allá por los años 60 se hizo mundialmente famosa por la misma razón que la italiana: la música. También colgó los hábitos. Acabó tan deprimida que en el año 1985 ella y su novia se suicidaron al mismo tiempo.  

Todo empieza cuando su corazón huye del convento o de la iglesia

Algo parecido le ocurrió al padre Jony. Después de la fama, cuando ya no estaba de moda el cura rockero, cambió el clergyman por los bombachos desgastados y tristes del cooperador internacional y se fue a Grecia con los refugiados.  

Si me propusiera hacer una lista exhaustiva de casos parecidos, seguramente me daría para publicar una trilogía como la de Tolkien, eso sí, mucho más anodina. No hay misterio alguno, es la misma historia que se repite infinidad de veces, aunque con nombres diferentes. Da igual que la protagonista sea de Italia, de Bélgica o de España. 

El problema no empieza con la primera aparición televisiva, tampoco cuando esas personas alcanzan el zenit de la fama y mucho menos cuando abandonan la vida religiosa. El problema es anterior. Todo empieza cuando su corazón huye del convento o de la iglesia, cuando se pasan más tiempo mirando fuera que dentro del sagrario. Lo que viene después solo es un síntoma de lo que ya ha sucedido mucho antes en su interior.  

La diferencia entre buscar y buscarse. Entre mirar y mirarse. Entre anunciar y anunciarse. La importancia de entender que nosotros no hemos venido a salvar a la Iglesia, que no estamos llamados a tener ideas superoriginales, innovadoras, transgresoras y modernas. No venimos a cambiar la Iglesia. Venimos a acoger la salvación que ella nos ofrece. 

Tanto recordar que el celibato es no buscar el calor del prójimo entre las sábanas, y se nos acabó olvidando que también es no buscar el calor del mundo fuera de Dios. Y muchas veces lo segundo resulta más complicado que lo primero, a los hechos me remito. 

No venimos a cambiar la Iglesia. Venimos a acoger la salvación que ella nos ofrece

Antes las vergüenzas quedaban algo más escondidas o disimuladas. Ahora, gracias al escaparate de las redes sociales, están a la vista de todos. Y en muchos casos es como estar en el cine viendo un drama, de serie B, por supuesto, en el que ya conoces el final incluso antes que el propio protagonista. Es todo demasiado obvio para que haya sorpresas. 

Es una pena ver a tantos sacerdotes y religiosos haciendo grandes esfuerzos por no sucumbir al amor marital, casi los mismos que por agradar al mundo. Alguien les tendría que haber dicho que el celibato era mantenerse en lo primero, pero también alejarse de lo segundo. Quien a Dios tiene, nada le falta.

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