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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

El centrismo es centrífugo

6 de diciembre de 2021

He escrito dos artículos (uno y dos) este fin de semana en los periódicos del Grupo Joly, que es el principal grupo de Andalucía, analizando la posición estratégica de Juanma Moreno. Durante su mandato le ha interesado marcar distancias con Vox por encima de todo, y esto es muy interesante porque ahora tenemos con quien compararle. Isabel Díaz Ayuso está más dedicada a copiar ideas de Vox y a coordinar políticas conjuntamente. En situaciones bastante parecidas de ambos líderes autonómicos, podremos comprobar qué estrategia es mejor para cada uno en términos electorales, mediáticos y de influencia política.

El tiro por la culata es la especialidad del centrismo; y es una ley de la política que rebasa el concreto ámbito andaluz en sus presentes circunstancias. Tiene validez universal

Lo que no cabe duda es que Juanma Moreno no deja espacios al centrismo de Ciudadanos, que es su socio preferente, amantísimo, y al que va a asfixiar con su abrazo del oso. Y tampoco cabe duda de que Vox se encontrará mucho más cómodo en Andalucía, donde podrá presentar su programa sin que nadie interfiera. Mi apuesta es que, al final, el centrismo de Juanma Moreno le va a salir por la culata porque no podrá pactar con Cs (al que habrá bloqueado) y tendrá que pactar con un Vox que habrá crecido muchísimo en los dos sentidos: en número de escaños y también —ojo— en exigencias de políticas y de puestos de gestión, para que no le vuelvan a coger las vueltas.

El tiro por la culata es, precisamente, la especialidad del centrismo; y es una ley de la política que rebasa el concreto ámbito andaluz en sus presentes circunstancias. Tiene validez universal. Si una mitad del espectro ideológico está empeñada en empujar el sistema hacia su lado, como ha hecho en España la izquierda desde la famosa transición del 78, mientras que la otra está preocupada en situarse exactamente en el centro, el del centro tendrá que ir dando saltitos de Chaplin a la izquierda al mismo ritmo que la izquierda empuja, sin ofrecer ninguna resistencia, concentrado en milimetrar sus malabarismos centristas. El centrismo, por tanto, se convierte en el 50% de la estrategia centrífuga, dejando que el otro 50% controle el 100% de la dirección del movimiento.

Los resultados están a la vista. Obsérvese con la Constitución Española, que celebramos hoy y que al menos sirve de nivel de adónde han llegado las aguas. Fue una norma de consenso mucho más alabada por la izquierda que por la derecha. El PCE la hizo y la votó. Sin embargo, hoy sólo la derecha sin complejos la defiende sin ídem de ataques incluso gubernamentales. El programa que ahora aplica el gobierno de España hubiese parecido de extrema izquierda a los socialistas de los ochenta (que empujaban, no obstante, en esta dirección). Y el programa de la UCD de Suárez trasplantado a hoy el PP lo consideraría extremo. Que Vox se haya propuesto empujar cuesta arriba puede, desde luego, cambiar algo la dinámica.

Incluso quien tenga claro lo de la izquierda y la derecha (…) ganaría mucho si identificase los puntos cardinales de sus principios, ideas, sentimientos y valores

Pero, gracias a las conferencias que organiza el BBVA y cuelga en sus redes, he conocido a Lera Boroditsky, prestigiosa lingüista. Explica que las palabras que usamos no son indiferentes: cambian nuestra concepción del mundo. Sería, sin duda, un arranque extraordinario para un artículo contra el lenguaje políticamente correcto, pero ése no es el tema —esta vez— de mi artículo. Para ejemplificar su idea de la trascendencia del lenguaje pone el ejemplo de una tribu aborigen australiana. Estas damas y caballeros no se orientan con los términos derecha o izquierda, sino que siempre hacen referencia a los puntos cardinales. No dicen: «Esa calle está a tu izquierda», sino «La calle que va al noreste». Tampoco avisan: «Tienes una mancha en la mano izquierda», sino «Tienes una mancha en la mano sur». No sé si la plataforma NEOS de Mayor Oreja conocía esta historia y por eso le ha puesto un nombre que recoge las iniciales de los cuatro puntos cardinales. Si no, es una feliz confluencia. Porque el hecho es que aquellos señores aborígenes de la Boroditsky se orientan, gracias a ese sistema, con una precisión que para nosotros es inconcebible. Son capaces, en todo momento, incluso con los ojos cerrados, de señalar los puntos cardinales sin el mínimo margen de error.

Para nuestras cuitas políticas es una metáfora impagable. Incluso quien tenga claro lo de la izquierda y la derecha, no digamos ya el que encima está continuamente recalculando el centro exacto de un tablero en continuo movimiento, ganaría mucho si identificase los puntos cardinales de sus principios, ideas, sentimientos y valores. Orientándose con ellos, en vez de con el eje izquierda-derecha, seguro que no se marea, ni lo marean, ni acaba en unos años defendiendo lo que jamás pensó. Y, lo que todavía es más importante para nosotros, en las actuales circunstancias, puede saber dónde está y donde debería estar.

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