«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

El día en que Italia se hartó

28 de septiembre de 2022

Decía Indro Montanelli que tenía la certeza de que votases lo que votases, te iban a decepcionar. Quizá sea por ese sentimiento fatalista que el país hermano ha sido un laboratorio en el que se han cocido no pocos experimentos que luego se han querido trasplantar a países de una Europa agostada y senil. A rebufo de una república que llegó con un referéndum dudoso tras la II Guerra Mundial, Italia fue escenario de primera línea de muchos conflictos. Del experimento separatista de Salvatore Guigliano en Sicilia, auspiciado por los servicios secretos de los EEUU, a la permisividad con el comunismo que desplegó una red potentísima de asociaciones. Uno recuerda por vía de ejemplo las todopoderosas ARCI que deslumbraron a la izquierda española, singularmente el PSC de Raimon Obiols. No fue flor de un día, llegando a tener más de un millón de asociados. También el lugar en el que la Red Gladio, auspiciada por la OTAN y los omnipresentes EEU, abortó la entrada de ministros comunistas. En suelo italiano detentó un poder omnímodo la Logia P-2 de Licio Geli llegando hasta el Banco Ambrosiano y al, digamos, suicidio del banquero Calvi, ahorcado en el Puente de los Monjes Negros londinense. Es la Italia de las Brigadas Rojas, del Príncipe Negro, de la matanza de Bolonia, del cadáver de Aldo Moro en un maletero, de la colusión entre la Mafia siciliana y la industria de Milán, del asesinato del general Dalla Chiesa. Pero también es la Italia eterna, la del Renacimiento, la de Miguel Ángel y Leonardo, la del Dante y Leopardi, Fellini y Mastroianni, la que mira con sorna a los políticos y deja que la vida real sea la que acabe transcurriendo por las calles con sus gozos y sus sombras.

Es lo que pasa cuando surge alguien que habla en los ámbitos políticos de las mismas cosas de las que se habla de la calle

Esa Italia, prácticamente traicionada por sistema desde 1945, decidió este domingo dar un zapatazo. Es el secreto del triunfo de Meloni. No es que los italianos sean más o menos fascistas que ayer. Eso que llaman extrema derecha ha tenido siempre una representación importante en la vida pública italiana, desde el MSI creado en 1946 hasta la Lega. No es eso. Nostálgicos de Mussolini siempre los ha habido y siempre los habrá. Lo de Meloni y sus Fratelli d’Italia no es solo fruto de sus postulados. Su éxito deviene del hartazgo del italiano común, harto del bienquedismo predicado por políticos, del buenismo que les hace tragar carros y carretas provenientes de una Europa que siempre ha sido una casa en la que sus dueños alemanes y franceses debían tolerar a los primos pobres del sur. Sinceramente, al italiano le preocupa menos el matrimonio gay que la inmigración descontrolada. Sabe que con los de siempre no se puede revertir el paradigma de una sociedad que no se sostiene. Y, harto de promesas vacuas y discursos retóricos, ha ido al meollo del asunto. Porque la gente lo que quiere es vivir.

Es lo que pasa cuando surge alguien que habla en los ámbitos políticos de las mismas cosas de las que se habla de la calle. No, no es fascismo. Es hartazgo.

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