Dentro de poco, todos nos comportaremos como Luis Enrique. El entrenador, a quien Movistar dedica No tenéis ni p*** idea, es un hombre infatigable y saludable. Es de esas personas que el café lo toma solo porque «¿qué animal bebe leche después de destetarse?» o que no toma el sol sino vitamina D.
Luis Enrique vive según la máxima «sin movimiento no hay alimento» y cada media hora deja lo que esté haciendo para realizar unos ejercicios físicos. Le avisa el móvil (que seguramente también le mida las pulsaciones): toca moverse. Entonces se pone a hacer flexiones o abdominales o sentadillas… Por supuesto, no necesita pesas. Es de esas personas que entrenan con su propio peso. Podría hacer deporte en un armario.
El documental de Luis Enrique nos permite asomarnos al balcón de su extravagancia (que de vagancia no tiene nada). Es un individuo completamente obsesionado con la energía. «No soy entrenador, soy competidor», pero compite consigo mismo todo el día, todo el rato. Anunció, por ejemplo, que a partir de ahora hará una sola comida al día. «Una buena comida, una buena digestión… ¿sabes el tiempo que ganas?».
Luis Enrique tiene 54 años y más energía que sus futbolistas. Desde luego, mucha más que Mbappé, al que llama Kiki. A los jugadores de la Roma les quitó los cornettos de crema; él es feliz con el puré que le prepara su mujer. Está delgado como un ciclista en la segunda semana del Tour (por supuesto también hace bici) y puede ser el referente de todos esos españoles que los fines de semana huyen en mallas de sus hogares para preparar algún triatlón o mejorar sus marcas.
Él está varios pasos por delante porque ni siquiera hace deporte al día sino varias veces al día, como si siguiese una regla atlético-benedictina, de modo que está siempre saliendo de hacer flexiones. Por eso tiene ese aire ligeramente ahogado y brillante, cortante, un poco consumido.
No es que haga deporte, es que vive en el deporte. Interrumpe el deporte para vivir. Cuando entrevistan a un futbolista después del partido jadea en un idioma propio porque lucha con sus pulsaciones. Luis Enrique ha decidido vivir así y la gran confesión de su documental es que antes de las ruedas de prensa hace flexiones de brazos. ¿No es verdad que después del gimnasio no nos tose nadie? El deporte da energía y la energía carácter y él tiene tanto que ni quiere caer bien ni quiere dar pena.
Desde el sedentarismo, Luis Enrique se ve como un ser de otro planeta; como Trump, que frisa los 80 años y da mítines diarios en los que acaba bailando. Bebe refrescos y come hamburguesas («muchos que criticaban mi alimentación ahora están muertos»). Trump nació así, Luis Enrique crea él mismo su energía, como si llevara a la espalda un panel solar. Cuando parece que descansa o solo camina no es del todo cierto. Está descalzo, hace earthing. Como conla suya no es bastante, absorbe la energía de la tierra.