«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

El estirón y la contradicción

14 de febrero de 2022

Vox es un partido que hemos esperado cuando aún no estaba, que hemos visto nacer, crecer y desarrollarse. Recuerdo que un republicano dogmático me confesaba (en un aparte, por cierto, del Palacio Real, durante una recepción para escritores con motivo del premio Cervantes) su debilidad por Felipe VI a pesar de sus fuertes creencias antimonárquicas. Lo había visto nacer, crecer, formarse, enamorarse, tener hijas, etc. Ojalá fuese el presidente de su república, suspiraba. Le hice notar que eso, era, básicamente, ser monárquico. No es éste el motivo, desde luego, por el que Vox nos interesa tanto, sino porque representa ideales más antiguos y los intereses de España. Pero no quita para que nos alegre, con un sentimiento casi familiar, ver que ha dado el estirón.

Tras los sólidos resultados en Castilla y León, que tenían mucho de reválida o PEvAU, pedir entrar en el gobierno autonómico es un arreón de su estatura de repente. El hecho de que Ciudadanos, en la anterior etapa, con un procurador menos, tuviese cuatro consejerías hace que la demanda sea legítima y lógica. Pero no perdamos de vista por ello, la dimensión interna, de crecimiento, que el momento tiene para el partido de Abscal. Que en su misma manera de anunciar su intención, remarcó subconscientemente este aspecto: «Qué cara de vicepresidente se le está poniendo a (un jovencísimo) Juan García-Gallardo».

Pidiendo entrar en el gobierno de Castilla y León, Vox coloca de paso al PP en la muy hamletiana situación de entonar un «ser o no ser, ésta es la cuestión»

Yo he sido partidario de dar este paso. Por la conveniencia de controlar directamente presupuestos (esto es, de aplicar el programa), por la dirección de los funcionarios, por influir en la dinámica de los gabinetes y por la atención cotidiana a los administrados. Lo he defendido por activa y por pasiva, sin dejar de reconocer sus riesgos y sus dificultades. Así que ahora no voy a repetirme.

Tras celebrar, eso sí, el estirón del partido, tan bien representado, por cierto, en la juventud de García-Gallardo, analicemos la crisis de madurez a la que está abocado el PP. Quizá se nos está pasando por alto, entretenidos en debates más personalizados (que si Casado, que si Ayuso, que si García Egea…). El Partido Popular, ante las demandas de Vox, se encuentra frente a una contradicción interna más profunda de lo que puede parecer a primera vista.

El partido en sí está muy cerca del PSOE: comparte agenda 2030, acuerdos institucionales para repartirse los órganos del Estado, políticas en la UE, fervor autonomista, querencia a pactar con el PNV, complejos ante la memoria histórica, política migratoria de fronteras abiertas, etc. En cambio, para buena parte de sus simpatizantes, de sus bases e, incluso, de sus mandos intermedios la gran rivalidad es con la socialdemocracia y, en especial, con este PSOE de Sánchez.

Decidan lo que decidan, la claridad política ganará. El PP dejará de estar en misa y repicando o, como mínimo, quedará en evidencia

Pidiendo entrar en el gobierno de Castilla y León, Vox no sólo está cumpliendo con el mandato y el deseo de sus votantes. No sólo se está negando a regalar sus votos a cambio de promesas vergonzantes de asumir parte del programa que jamás se cumplen y además se acompañan de un desprecio mediático y de discursos como el de Casado contra Abascal en la moción de censura. Pidiendo entrar en el gobierno de Castilla y León, Vox coloca de paso al Partido Popular en la muy hamletiana situación de entonar un «ser o no ser, ésta es la cuestión».

Yo no sé qué escogerá el PP, si tratará de maniobrar con el PSOE para sacudirse de encima la demanda de Vox (legítima e inteligente) o si será capaz de aplicar una moratoria a su compromiso con la agenda 2030. Sé que tanto lo uno como lo otro le va a costar y tiene precio electoral. Puede que lo más hamletiano que veamos sea una indecisión que se alargue en el tiempo y que se alargue y que flirtee, incluso, con la idea de ir de nuevo a las urnas. Spoiler: Hamlet termina mal. 

Decidan lo que decidan, la claridad política ganará. El PP dejará de estar en misa y repicando o, como mínimo, quedará en evidencia que lo está. Será otro servicio que Vox, mientras avanza en su proceso de crecimiento, habrá rendido a España. 

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