Fue tanta la inmoderación de Milei, tan duro su rocanrol que Feijoo apareció ayer rubio. Unos se ponen canosos con los disgustos y él se pone trigueño con la crispación. Había que marcar distancias con las greñas morochas de Milei y Feijoo apareció blondo como Tony Genil mientras, firme pero serenamente, abogaba por «lo suyo», por «la moderación», la «ética», el «diálogo sereno», palabras que te dan en el kit cuando entras en la peperosfera.
El extremismo pone tan rubio a Feijoo que podría acabar como Donald Trump, si eso no fuera también ultraderecha. ¡Qué cosas decían del presidente Trump cuando sí se podía!
El domingo Vox llevaba ya unas horas de foco, cosa inadmisible, así que al final del día, a medida que los del Nuevo Nuevo Nuevo Periodismo llegaban del finde se iba componiendo el tifo en la grada fan: pinza, esto es la pinza PSOE-Vox. Pinza, al parecer, es que Sánchez asocie a Vox con la «violencia política».
(La trilogía peperosférica es pinza-michavila-voto útil…).
Y no se sabe qué fue antes, si el huevo del partido o la gallina duopolista, porque el lunes, cuando Feijoo aun no había presentado su nuevo giro al rubio, todo Atresmedia (grupo que va de la extrema izquierda a la derecha preconciliar, pero no pasa por Vox) salía contra Milei. Un genio de la palangana dio como argumento definitivo que en Argentina había pasado lo mismo. Es verdad: allí critican a su presidente, aquí también critican a su presidente.
Opinar lo contrario que el gobierno en España sería considerado bulo y posverdad y eso podría poner a Feijoo rubinchi del todo. Al final, sus salidas a pedir política de adultos tienen un engaño visual, un trampantojo («derechita cobarde y estafadora»); a primera vista, parecen un marcar distancias o equidistancias, pero en realidad contienen siempre una claudicación; en este caso, aceptar el argumento de fondo, que de la mujer del César no se pueda hacer mención.
Es el esquema habitual: el gobierno toma una posición, los medios le siguen, caninos perdidos, y Feijoo, pedaleando como el farolillo rojo, aparece al rato ocupando nómada el «nuevo espacio».
Si solo fuera ese trajín no pasaría nada, pero es que Feijoo durante esos vaivenes suaviza su verbo y también su pelo y se nos está haciendo rubio. Le cambian las gafas y es Yves Saint Laurent. La moderación es como la camomila y ya es oro lo que asoma por sus sienes.