«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Santanderino de 1965. De labores jurídicas y empresariales, a darle a la pluma. De ella han salido, de momento, diez libros de historia, política y lingüística y cerca de un millar de artículos. Columnista semanal en Libertad Digital durante once años, ahora disparo desde La Gaceta. Más y mejor en jesuslainz.es
Santanderino de 1965. De labores jurídicas y empresariales, a darle a la pluma. De ella han salido, de momento, diez libros de historia, política y lingüística y cerca de un millar de artículos. Columnista semanal en Libertad Digital durante once años, ahora disparo desde La Gaceta. Más y mejor en jesuslainz.es

El golpe de Estado considerado como una de las bellas artes

18 de marzo de 2024

Ya lo explicó el eximio moralista Thomas de Quincey: si un hombre se deja tentar por un asesinato, al poco tiempo comenzará a concederle poca importancia al robo; y del robo pasará a darse a la bebida y a la inobservancia del día del Señor; y a partir de ahí estará a un paso de la descortesía y la impuntualidad. Una vez comenzada esta marcha cuesta abajo, no se sabe dónde se parará.

De la pluma de su paisano George Orwell salió la pesadilla totalitaria del Ingsoc, el Socialismo Inglés, cuyo triple lema rezaba «La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza». Para organizar la tiranía sólo le hicieron falta cuatro ministerios: el de la Paz, encargado de la guerra; el de la Abundancia, encargado del racionamiento; el del Amor, encargado de la represión; y el de la Verdad, encargado de sembrar la mentira.

De Quincey en broma en el siglo XIX y Orwell en serio en el XX metieron el dedo en la llaga del siglo XXI. Poner patas arriba los valores y las palabras: en eso consiste el progresismo. Los crímenes podrán ser convertidos en virtudes y las virtudes en crímenes. Y las palabras ya no significarán lo que siempre han significado, sino lo que decidan los gobernantes.

El gobierno y sus socios borran siglos de derecho amnistiando delitos de golpismo, terrorismo y traición. Y acaban con la igualdad ante la ley estableciendo la impunidad de los políticos. Los golpistas, indultados, amnistiados y celebrados como héroes de la patria, deciden el gobierno del país que quieren destruir. Los jueces y policías que defendieron la ley han sido insultados, acosados e imputados. Y el monarca que intervino en defensa del Estado de derecho, si llega a firmar el decreto de amnistía, admitirá que su acto fue el de un tirano contra legítimos campeones de la libertad. Los enemigos declarados de España son socios del gobierno, y quienes la defienden, especialmente quienes llevaron a los golpistas ante los tribunales, son acusados de antidemócratas, anticonstitucionales y demás insultos de rigor.

Las víctimas del terrorismo etarra son olvidadas y vejadas, y se les exige que dejen de recordar su dolor porque aquello es agua pasada. Y los criminales, cuyo brazo político es socio del gobierno, son liberados con festejos y homenajes.

Por el contrario, lo que el gobierno promueve recordar son los acontecimientos de hace un siglo con los que, previa manipulación, izquierdistas y separatistas quieren pasar a la historia como los mártires de la libertad frente a los criminales que les vencieron. Y para ello promulgan leyes de reescritura de la historia a las que presentan como instrumentos de reconciliación cuando no son otra cosa que imposiciones totalitarias destinadas a amordazar al disidente y agitar la venganza.

La plaga apocalíptica del aborto, cuidadosamente maquillado hace ya décadas con la científica expresión de interrupción voluntaria del embarazo, ha pasado mágicamente de horror a derecho. Magnífico ejemplo de retorcimiento de valores y palabras: a facilitar el asesinato del feto lo llaman salud reproductiva. ¡Ni Orwell!

Primero se cambiaron las palabras, y cuando el paso del tiempo lo ha consagrado como costumbre inocua, se cambia su valoración jurídica. Temblemos mientras podamos: la vida humana ya no vale nada. La que vale es la de ratas y gallinas, cuyo maltrato puede comportar penas de prisión. Pero descuartizar al propio hijo mientras está en el seno materno es un derecho de rango constitucional y validez universal.
Ya no se sabe lo que quiere decir hombre, mujer, padre, madre, niño, niña, sexo, familia y matrimonio porque a realidades tan evidentes se les ha cambiado su significado y sus consecuencias jurídicas. Precisamente uno de estos días, con motivo de las manifestaciones del 8 de marzo, ha circulado por el ciberespacio la respuesta de un participante a la pregunta «¿Qué es una mujer?»: «Una mujer es más una posición política relacionada con la forma en la que se construye. Bueno, es complicado de explicar porque aquí habría que ponerse sobre teoría de género, pero se podría decir que una mujer es lo que políticamente está determinado como mujer. Es decir, que es una comunidad política».

¡Con lo fácil que es decir simplemente «un ser humano de sexo femenino»! Pero la creación de nuevos delitos y la despenalización de crímenes no es exclusiva de España. Lejos de ello, se trata de un fenómeno extendido por toda la progresfera: por ejemplo, Trudeau promulgando en Canadá, en nombre de la democracia, una ley que permitirá enviar a prisión a quienes no opinen lo debido en redes sociales. Por no hablar del alud de normas que, con el pretexto orwelliano de proteger la salud y el medio ambiente, imponen vacunaciones de dudosos efectos, amordazan a miles de científicos disconformes, aniquilan la agricultura y pretenden obligarnos a comer grillos.

Estará usted oprimido, no tendrá la libertad de la que gozaron sus padres y abuelos, no podrá opinar, la ley no le protegerá, su vida no valdrá nada… Pero al menos no gobernará la derechona.

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