Dentro de unos años el PSOE ya no existirá. O estará sumido en una grave crisis. Aunque es cierto que no siempre acierto en mis pronósticos. En las elecciones del año pasado pensé que VOX subiría. Bajó. De 52 a 33. Un total de 19 menos.
Sin menoscabo de los errores propios que pudieron cometer los de Abascal, lo atribuí a la campaña del PP. La última semana fue nefasta. Feijoo iba de ganador. De presidenciable. Hasta evitó ir al debate a cuatro. En elecciones hay que pelear por el último voto hasta el último minuto. No hay que dar nada por ganado. Los del PP se pasaron todo el tiempo desmarcándose de VOX. Cayeron en la trampa que les tendió La Moncloa. Ese miedo a ser encasillados como «ultraderecha».
A favor mío hay que decir que, con Trump, acerté. Lo dije en un post en X el miércoles 30 de octubre. Lo atribuía a diversos factores: Kamala me parecía floja, algunos medios progresistas ni siquiera le daban apoyo (como el Washington Post) y era sobre todo cuestión de liderazgo. Entre Trump y Kamala no había color.
Mi afirmación sobre la futura crisis del PSOE viene avalada también por datos. Yo fui testigo de la crisis de Convergencia. Ahora ni siquiera existe. Pero entre 2010 y 2012 el partido de Jordi Pujol acumuló un enorme poder.
Habían recuperado la Generalidad en noviembre de 2010 con 62 diputados tras siete años de travesía del desierto. A muy poco de la mayoría absoluta: 68 en una cámara de 135. Habían conseguido la alcaldía de Barcelona en las municipales de mayo del 2011. Se les resistía desde 1979. Y habían obtenido 17 diputados al Congreso en las generales de noviembre del año siguiente. Ya no queda nada.
Basta ver también cómo están los socialistas europeos: los franceses diluidos en la Francia Insumisa. Los alemanes han tenido que convocar elecciones anticipadas. Scholz tampoco levanta pasiones. Mientras que los italianos ni siquiera sé si todavía existen. Y los griegos ya no pintan nada.
Es cierto que Pedro Sánchez fue elegido presidente de la Internacional Socialista en noviembre del 2022. Por primera vez, un español. Pero incluso eso ya no es lo que era. Está muy lejos de los años 80 cuando manejaban el cotarro Willy Brandt, François Mitterrand y Felipe González.
Yo creo que fue elegido presidente porque era precisamente el que más mandaba. Parece que con la ayuda de Delcy Rodríguez, por cierto. Basta ver el mapa de los partidos miembros y la mayor parte son de países en vías de desarrollo. Dicho, por supuesto, con todo el respeto por semejantes países.
A pesar de todo, me parece que no es bueno la crisis que se avecina en el Partido Socialista. Puede dejar un vacío de poder, un agujero negro a la izquierda del arco ideológico. Y un vacío de poder se rellena, con frecuencia, con otro poder mucho peor. La historia está llena de ejemplos.
Al fin y al cabo, las sociedades, para funcionar, necesitan partidos sólidos —y honestos— a derecha e izquierda. Pese a que al PSOE, la honestidad, en estos momentos, se le supone vistas las numerosas causas judiciales en marcha.
Es la base de la democracia: el equilibrio de poderes. La alternancia. Pero entiendo perfectamente que, a muchos de ustedes no les preocupa el PSOE que dejará Pedro Sánchez tras su paso por La Moncloa, sino qué España dejará.