Horas después de La batalla de Paiporta, después de haber visto e incluso escuchado lo sucedido, ¿qué queda?
El «palazo» al presidente ni siquiera fue. Mísera caña que apenas rozó, hubo una brecha a uno de seguridad, barro aquí y allá, alguna piedra, pero esa sensación de peligro queda matizada. La reina Letizia lloraba y unas señoras valencianas, de las que no podemos sospechar aun que sean ultraderechistas llegadas de Madrid, fueron a consolarla. Quizás esa fue la imagen: unas señoras afectadas por el desastre pidiendo perdón a la reina herida… Los valencianos acabaron abrazando al rey, consolando a la reina y tratados de ultraderechistas. Luego todos, o casi todos, se fueron de vuelta a Madrid.
Pero Paiporta reveló algo muy importante. Vimos al rey y escuchamos al rey, que era el silente, el gran misterio.
Pues habló, y ya sabemos que tenemos una reina que habla de decrecimiento y un rey que habla de «intoxicación informativa», de bulos, vamos. De bulos sabe un rato la Casa Real, que ha vivido en el bulo y del bulo. Empezando por el 23-F.
El rey hizo su trabajo y muy bien. Claro que es El Preparao. Tenemos un pedazo de rey, dos metros de tío con empaque, serenidad, nobleza en el porte y extrema educación. No lo hay en el mundo igual. El Rey hace bien las cosas (y yo recupero la mayúscula al escribirlo, como si algo se me erizara) pero Felipe VI está trabajando para su régimen, para lo suyo, para su niña. Y ole por él. Eso hizo ayer maravillosamente: se puso frente a la gente herida, aguantó el chaparrón y tiro del carro institucional. El paraguas era el.
La gestión de la dana valenciana ha sido y es un escándalo insoportable, se pongan como se pongan, pero el rey nos protege del caos. El caos, las tinieblas, la oscuridad más allá, lo informe extramuros del sistema. El miedo de la transición, el caos en la globalización. Ya lo sabemos. Ya sabemos entonces lo que ocurre. Como estaba «amordazado» solo escuchábamos musitaciones, respiraciones, bisbiseos.
El rey no habla, el PSOE no escucha y el PP no ve, como si fueran los tres monos japoneses. No es eso que llaman «bipartidismo», sino una cosa de tres, quizás un triángulo. Ayer la crisis era mucha y apareció el rey, tuvo que hacerlo, pudo dejarse algún jirón y quedó mal Sánchez. Pero esto ya lo arregla hoy la propaganda. Otros días, casi siempre, suele quedar mal el de la derecha.
La clave de la gestión ha estado esta semana en el nivel 3 de emergencia. El ministro, que puede, no lo decreta, pero ¿por qué no lo insta Mazón? Que sí, que no, ¡que caiga un chaparrón! El yin y el yang, rueda eterna. ¡Fascista, comunista! Pero en Paiporta (la rueda atascada en el barro) apareció el tercero, el nivel 3 de emergencia institucional que es don Felipe, Felipe VI, y unas horas después, la derecha de la gestión ya deslizaba el pacto de Estado.
(Ese nivel 3 es el Sentido de Estado, la Elevación, la Altura de Miras. PP-PSOE se pegan en la eternidad bajuna del derecha e izquierda y el nivel 3 aparece en contadas ocasiones, como inspiración, como instancia casi espiritual, algo desprendido, no-ideológico: la elevación institucional en esta especie de Trinidad del Sentido de Estado)
Lo dijo el Rey o dicen que lo dijo el rey: «Hay que garantizar que todo el Estado en su plenitud está presente en Valencia». Y él lo consiguió. Estuvo. Pero, y sin querer caer en fáciles juegos de palabras, es un Estado sin la nación o sobre la nación. Y se nota, vaya si se nota.