Hubo un tiempo en que los partidos respetaban el verano. Pero desde que lo personal es político y Sánchez nos convoca en julio, se acabó lo que se daba. La izquierda pudre todo lo que toca. Como la cizaña, el Detritus Máximus, de Astérix y Obélix. Verano, feminismo, políticas LGTBI o el deporte, acaban pudriéndose en sus manos. ¿Qué narices le importará a Irene, a Yolanda —la reina del pico— o a Iceta, el fútbol femenino? Sólo quieren más poder. Así que han puesto en marcha los mecanismos y su hipocresía de siempre.
Comparar el famoso pico de un gañán, que no hubiera pasado un control anti doping, con la violencia sexual es un insulto para quienes la sufren realmente. Hablan de equiparación salarial como si Irene o Yolanda cobraran lo mismo que un diputado raso de su partido. Reivindican la igualdad numérica de hombres y mujeres en las organizaciones deportivas mientras Podemos, tras los últimos despidos, mantiene a una proporción de más de un 80% de cargos masculinos. Nos dan la tabarra con los insultos racistas en las gradas, pero en un campo del civilizado norte de España le gritan a Unai Simón «que te mueras, hijo de puta, que te mueras, maricón, puto maricón» y no dicen ni pío. Unai recibe esos insultos porque es hijo de un guardia civil y una ertzaina, así que aquí no pasa nada, circulen. Ese campo no se cierra. En otro terreno de juego de ese norte, en cuyas manos estamos, se ovacionaba a un jugador que montó el numerito aliade negándose a acudir a la selección por el lío del pico. Era el mismo lugar donde jamás se pudo completar ni un minuto de silencio por las víctimas del terrorismo. Qué asco da todo. Ya ni siquiera hay veranito sin cancelación. Hasta el terrorista Otegi se subía al carro. Criticar el gesto de Rubiales limpiaba más blanco. Porque esto no sólo va de apuntar al malvado, va de exhibir nuestra propia bondad y manda un aviso a navegantes: ved qué pasa si os ponéis en contra.
Todo esta astracanada tapó el campeonato y puso a la mitad del país en contra de la selección femenina. Nadie se acuerda de Olga Carmona, la mujer que metió el gol. Sólo de Jenni, que falló el penalti. Quedamos frente al mundo como un país de trogloditas. Marca España. Y, una vez más, reprodujeron lo que tantas veces denuncian: el balompié eclipsó al resto del deporte. María Pérez ganaba dos medallas de oro en la marcha atlética durante el campeonato del mundo. Una auténtica barbaridad. Ella misma se grabó un video en el que ironizaba sobre la segunda: «Lo hemos hecho para ver si así nos hacen caso». Las chicas de gimnasia rítmica consiguieron una plata y un bronce. Y la gran Carolina Martín, en bádminton, se hacía con el subcampeonato del mundo. Todas esas victorias en apenas unos días. Nada trascendió. Sólo se hablaba del escándalo Rubiales. En cada cena, sobre las toallas o bajo las sombrillas; ya podía uno desconectar la tele o las redes. Un auténtico coñazo del que era imposible escapar. La antesala de lo que nos espera. El pico, Rubiales, su madre, la Jenni… ¿Este es el mejor opio del pueblo que la izquierda puede cocinar?